DIONISIO RIDRUEJO, UNA PASIÓN ESPAÑOLA. Dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente


Foto: marcosGpunto
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(Esta crítica fue publicada en la web de cultura Notodo.com con motivo del estreno de Dionisio Ridruejo. Una pasión española en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. Para más información podéis hacer clic aquí y ver la reseña en la web de Notodo.)

DIONISIO RIDRUEJO. UNA PASIÓN ESPAÑOLA. crítica por Miguel Gabaldón

Dionisio Ridruejo. Una pasión española es uno de esos espectáculos de los que sales como si te hubieras metido una dosis de alucinógenos y no te hubieran sentado demasiado bien. La obra de Ignacio Amestoy estrenada (por primera vez, después de más de treinta años) en el Teatro Valle-Inclán de Madrid es un ritual místico y político delirante y espeso cual terreno de arenas movedizas. Dionisio Ridruejo es una figura de la historia española que en poco tiempo pasaría de ser la referencia emblemática del fascismo franquista a encabezar un partido socialdemócrata, Unión Social Demócrata Española, la USDE, en las tripas de la dictadura. Para Santos Juliá, Ridruejo llegaría a trazar «el primer esbozo de lo que habría de ser la transición a la democracia«. En la realidad, sería el primer político de la Transición. En estos días que tanto se ha hablado del tema por la muerte de Adolfo Suárez, parece casi una señal que aparezca este montaje también. El caso es que es aconsejable estar un poco familiarizado con el asunto político o por lo menos sentir un interés hacia el tema (si no tal vez el montaje puede hacerse algo cuesta arriba). Aunque incluso aún si uno no tiene repajolera idea del tema, Dionisio Ridruejo se erige en un espectáculo profundamente perturbador.

El montaje se ubica en el gimnasio de lo que podría parecer una instalación castrense, incluso un hospital o una institución mental. Allí coinciden meses antes de la muerte de Franco (y en el mismo día en el que Ridruejo muere) un joven comandante de aires progresistas, un coronel delirante, un viejo general en silla de ruedas y el comandante que le asiste. Además de una enfermera (quien sufrirá una surrealista mutación hacia el final de la obra). El coronel se cree por momentos su amigo Ridruejo, el general se torna en el Generalísimo y todo adquiere un tono alucinatorio y demencial. La locura fascista, la potencia castrense, las ansias de poder y la insania generalizada invaden la escena forzando en este maremagnum una atmósfera que se torna irrespirable. El espectáculo se convierte en un mal sueño terriblemente aprisionador. Un ritual escénico que da miedito y angustia, la verdad (será porque el tema fascista siempre da un poco de qué sé yo).

El complicadísimo y espeso texto de Amestoy, intelectual y ceremonial a partes iguales, encuentra su media naranja en la acertada y rica puesta en escena de Juan Carlos Pérez de la Fuente, que flanquea a estos militares baloncestistas por dos inmensas serigrafías de ángeles vengadores, en un escenario presidido por la bandera nacional con el águila presente (“ten cuidado que el águila no despierte”, dicen). Los certeros y angustiosos diseños de sonido e iluminación completan la ecuación. Entre los actores destacan un Ernesto Arias que va creciéndose poco a poco como el comandante Arenas, y sobre todo un Paco Lahoz inmenso y amenazador como el enajenado general Castillo. se dejan la piel todos y la verdad es que parece que realmente están poseídos. Dionisio Ridruejo no es un biopic tal cual de esta figua política, sino una ensoñación pesadillesca en la que al incauto espectador se le introduce en una enajenación fascista y sus luchas intestinas hacia una democracia en ciernes. Al final uno acaba con la cabeza como un bombo (de verdad), pero estremecido y absorto, convirtiéndose en un asistente a una misa castrense en la que se elevan tanto el Gloria y el Credo como el Cara al sol sin solución de continuidad. Una pesadilla para la que se tiene que estar preparado, pero que acaba por resultar fascinante. “-Usted tiene demasiados sueños, coronel. –No son sueños, son pesadillas…

M.G.

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