PERDIDOS EN NUNCA JAMÁS


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(Esta crítica fue publicada en la web de cultura Notodo.com con motivo del estreno de Perdidos en Nunca jamás en sala Mirador de Madrid. Para más información podéis hacer clic aquí y ver la reseña en la web de Notodo.)

PERDIDOS EN NUNCA JAMÁS. Peter Pan ni-ni.
Crítica por Miguel Gabaldón

«Bienvenidos al país de nunca jamás trabajarás en lo que estudiaste…» Bienvenidos al cuento de Peter Pan remezclado con la situación laboral española, con la desesperanza y la muerte de las hadas (que reviven con alas nuevas que les llevarán a otro país). Bienvenidos a la Sala Mirador de nuevo, en el reestreno de Perdidos en nunca jamás, una de las obras que un boca-oreja más llamativo experimentó el año pasado. Y no es para menos, porque la propuesta de Cross Border Project es un espectáculo que combina la crítica social, el cuento de hadas, el musical y el realismo lírico para llevarnos a un país que lamentablemente no nos pilla muy lejos. Todo levantado por una compañía joven, muy joven, con ganas de hacer realidad sus sueños.

When I was just a little girl, I asked my mother what should I be…” canta la protagonista de Perdidos en nunca jamás. Una Wendy que trabaja como periodista sin cobrar un duro, joven aunque sobradamente preparada, que sigue intentando hacer realidad sus sueños infructuosamente. Porque la preparación y el talento no le vale para nada en un país como España. Así que llega su vecino Peter (Pan), un ni-ni que se la lleva al navío del Capitán Garfio, el bar en el que los niños perdidos y el malvado pirata (que ya no son tales) se han aproximado lo suficiente como convivir pacíficamente en un ambiente de desesperanza laboral en el que beben una cerveza tras otra. Todo para ahogar las penas y saltar por el trampolín de ese barco a un mar de alcohol.

La directora Lucía Miranda dirige el acertado texto elaborado por Silvia Herreros de Tejada de forma muy creativa, con la ayuda de un escenario reciclado por el colectivo Basurama y una sugestiva iluminación (maravillosa esa Campanilla hecha luz por las bombillas en el escenario). Insertando números musicales interpretados en directo y acompañados por un genial banjo/presentador. Bang Bang y el 80 días son de Willy Fog son sólo algunas de las piezas que interpretan con garbo los intérpretes. Unos jóvenes actores que se van creciendo a lo largo de la obra. Y es que el espectáculo empieza bien pero acaba en alto, muy alto, volando como los aviones de papel que sobrevuelan el escenario. La emoción arrasa el patio de butacas y todo el mundo se identifica con los protagonistas y lo que está ocurriendo en escena (por mucho envoltorio de cuento que tenga). Las emotivas voces de los padres que abren y cierran el espectáculo (los padres de los propios miembros del equipo) son voces que hemos escuhado muchos. Perdidos en nunca jamás hace patente (de forma crítica pero irónica y poética también) la decepción y los sueños que se quedan por el camino. Unos sueños que sólo podrán intentar alcanzarse (tal vez) volando lejos, a otro país, a otro continente, abandonando (por obligación) este País de nunca jamás. Y el escenario, abandonado, cruzado por dos haces de luz y lleno de aviones de papel nos recuerdan amarga y melancólicamente todos los amigos que se nos han ido a otro país o un exilio que pensamos posible. «Qué Será, será, Whatever will be, will be The future’s not ours, to see Qué Será, Será…»

M.G.

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