RUDOLF, dirigida por Cristina Rota. Amor y dolor


Foto: Guillermo Pérez
Foto: Guillermo Pérez

(Esta crítica fue publicada en la web de cultura Notodo.com con motivo del estreno de la obra Rudolf en la Sala Mirador de Madrid. Una historia elegante y delicada sobre el dolor y el olvido. Para más información podéis hacer clic aquí y ver la reseña en la web de Notodo.)

RUDOLF. crítica por Miguel Gabaldón

Ruidos de obras. Una casa en reconstrucción y llena de polvo. «-¿Que es ese ruido?. -Construyen. Alemania. La construyen.» Una mujer toca un silente piano de cartón, con el rimmel corrido, la desesperación en su rostro. Un chico llama a su puerta. La época, los años cincuenta, el chico, un judío en busca de la amante de un criminal de guerra nazi, Rudolf Koch. Éste es el Rudolf del titulo, el Rudolf de la obra escrita por Patricia Suárez que se acaba de estrenar en la Sala Mirador. A la dirección, Cristina Rota, en la actuación su hija María Botto y Roberto Drago. Theodor y Maria/Greta tendrán una serie de encuentros. Encuentros en los que el chico comprará con dulces, sexo y dinero las confesiones de una doliente y solitaria mujer rota por la guerra para encontrar al criminal que lleva años buscando. ¿Es posible que estos dos seres, el judío y la amante nazi se lleguen a enamorar?

Rudolf es un texto lleno de amor, tristeza y dolor. No hay morbo (que nadie busque una Caída de los dioses viscontiniana), sólo necesidades básicas. La escenografía incide en esa Alemania en obras después de los bombardeos, el esqueleto de una casa, rota por la guerra. Una excepcional ambientación e iluminación, que utiliza acertadamente ese humo perpetuo, polvo de obra y neblina de la memoria, ayudan a crear la atmósfera precisa para el relato. Duro, pero sin cargar las tintas más de lo necesario, con unos afortunados puntos de humor por parte del personaje de Maria Botto. Un humor negro y desesperado, pero humor al fin y al cabo. Entre encuentro y encuentro, el Para Elisa de Beethoven se fragmenta. Pero si hay algo que llama la atención de la obra, y eso que es un montaje bastante redondo, es el personaje de María Botto y su espléndida actuación. Su María (o Greta), es caprichosa, casi como una niña, hambrienta, huérfana de calor humano desde hace mucho tiempo, contradictoria, extravagante, elegante y persuasiva… pero sobre todo tiene (demasiadas) ansias de olvidar. Y hay que decir Botto se come al Theodor de Roberto Drago. Y eso que Drago defiende bien su papel (el sencillo muchacho judío, de fuertes convicciones y necesidad de justicia, con ese gorro perenne sobre su cabeza) pero es que el de Botto es un bombón de papel. Y además ella está que se sale.

El texto flojea ligeramente cuando se pone literario, pero cierto es que ocurre las menos de las veces, asi que no llega a ser un problema. Rudolf ofrece un retrato de un amor imposible, duro y melancólico. Una historia con un tema doloroso que, sin ser demasiado original, resulta muy recomendable. Con un gran personaje perdido como es el de esa mujer abandonada, de identidad confusa y frágil memoria, culpable por omisión. Y es que, como dicen en la obra, hay demasiadas ganas de volver a construir sobre unos cimientos amasados con cadáveres.

M.G.

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