LA VENUS DE LAS PIELES, dirigida por David Serrano


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(Esta crítica fue publicada en la web de cultura Notodo.com con motivo del estreno de La Venus de las pieles, dirigida por David Serrano, en el Matadero de Madrid. Para más información podéis hacer clic aquí y ver la reseña en la web de Notodo.)

LA VENUS DE LAS PIELES. El sado y Clara Lago
Crítica por Miguel Gabaldón

La Venus de las pieles, texto escrito por David Ives de gran éxito en Broadway y en el que se basó Roman Polanski para su última película, llega al Matadero de la manos de David Serrano. Es ésta una historia metateatral, con la lucha de los sexos y el sadomasoquismo de marco. Un director, Diego del Pino (Diego Martín), que ha adaptado la novela de 1870 de Leopold von Sacher-Masoch La Venus de las pieles está realizando audiciones para encontrar a su actriz ideal. Todas le defraudan hasta que, inesperadamente, llega Vanda (Clara Lago), una joven alocada que, curiosamente, se llama igual que la protagonista de la obra y quien demostrará sus dotes de fascinación para con el director.

El texto es muy interesante. Sólo hay que acercarse a la película para darse cuenta (aunque el teatro no es el cine, y desde luego Serrano no es Roman Polanski, con lo cual estas comparaciones no proceden). Sin embargo hay textos tremendamente sustanciosos que, con una dirección equivocada, se quedan en una anécdota. Y esto parece que es lo que ha pasado con esta Venus. Cierto es que está dando sus primeros pasos y puede que evolucione, pero lo cierto es que en este momento no llega a progresar adecuadamente.

La puesta en escena de David Serrano es en exceso sencilla, descartando el crear una atmósfera que ayude a introducir al espectador en la turbiedad de la historia y dejando en manos de los dos protagonistas todo el peso de la función. Algo a lo que no se le podría poner pegas si las interpretaciones fueran subyugantes. Pero lamentablemente no llega a ser el caso. Y no es que los actores no valgan (aunque su tirón mediático resulte algo sospechoso para algunos), sino que más bien parecen decisiones de dirección las que provocan que esta Venus de las pieles se ahogue entre los visones. El televisivo Diego Martín por ejemplo se queda plano, demasiado plano con su Diego del Pino, sin llegar a interesar al espectador lo que le suceda ni deje de suceder. Tal vez sus matices son en exceso sutiles, y le falta garra, chulería o fascinación, dependiendo de la ocasión. Sólo se le ha dotado de una continua prepotencia que resulta bastante falsa. Y a Clara Lago (más de moda imposible debido a esos hiper-recaudadadores Ocho apellidos vascos) se le plantea un doble reto, ya que debe enfrentarse a dos registros completamente opuestos. Por un lado protagoniza unos momentos muy divertidos pero francamente excesivos (y con un único objetivo: hacer reír al público cueste lo que cueste) en un registro loco y aparatoso de chica malhablada y torpona. Y por otro, cuando interpreta a la protagonista de la obra dentro de la obra, mantiene un tono tal vez excesivamente lineal, que impide su evolución y por tanto se pierde el interés del espectador en estos fragmentos. El público debe experimentar la misma fascinación que siente el protagonista por ella, pero ésta nunca llega (y da la impresión de que la chica podría transmitirla perfectamente ya que tiene las herramientas).

En definitiva, La Venus de las pieles es un texto que podría dar para mucho más, y probablemente evolucione con el rodaje. Pero por ahora no llega a tener el ritmo adecuado (hay bajones peligrosos) y casi resulta premonitoria esa frase que repiten durante el montaje: “El Señor lo atormentó y lo puso en manos de una mujer…”

M.G.

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