CRÍTICA
Una estructura luminosa, carpa circense, domina la escena. Los personajes vagan por ella. Una neblina aparece y voces grabadas que hemos estado escuchando mientras entrábamos a la sala se convierten en las voces de unos personajes perdidos en el bosque (“creo que ya estamos en el infierno, y en el infierno sólo hay bosques”). Así comienza El divorcio de Fígaro, una obra de Ödön Von Horváth que la compañía Rojo y Negro ha puesto en pie por primera vez en nuestro país. Y que ahora se puede ver en el Teatro Fernán-Gómez de Madrid.
La obra, dirigida por el también actor Alfonso Lara, nos presenta a estos personajes (los condes de Almaviva y el matrimonio de criados Fígaro y Susana) a la búsqueda de escapar de un país sumido en una sangrienta revolución en la que han asesinado al rey. Los prófugos llegan a la frontera (“yo soy funcionario de fronteras, no me preocupa la política”, dice el empleado al cargo de su protección), y en el periplo que sucederá a continuación presenciarán como evolucionan sus roles: los condes verán menguar su fortuna a causa del despilfarro, probando los sinsabores de la pobreza, y los criados decidirán establecer su negocio propio (una barbería) y acomodarse a una mediocre e hipócrita vida burguesa. Pero este texto no es sólo una narración acerca de la lucha del individuo contra la sociedad, como anuncia su sinopsis, sino una historia de amor y la disección de una pareja aquejada por males con la misma vigencia en los años treinta que en siglo XXI. Un texto espléndido repleto de reflexiones que, lejos de convertir en farragosa la narración, la hacen progresar adecuadamente, como diría aquél.
La puesta en escena de Lara es certera y original, ubicando el montaje en este mundo circense, de cabriolas y apariencias, de clowns, los payasos tristes y alegres (aunque estos últimos estén más bien desaparecidos) que al fin y al cabo son los personajes. Una puesta en escena dinámica, con el sillón de barbero como eje central, que no da respiro entre escena y escena. Y cuya mayor virtud es disfrazar de extrema sencillez la complejidad que esconde detrás. El vestuario de los años treinta y la acertadísima y evocadora atmósfera sonora ayudan estéticamente en la propuesta. Pero son unos actores, certeros, expresivos y delicados, los que completan y conforman un universo del que no se quiere escapar. Siete actores, algunos de los cuales se multiplican en varios personajes en un interesante juego de roles. Lara, además de asumir la dirección, interpreta al protagonista, un ejemplo de personalidad cínica y veleta (“hay que estirarse según la manta, de lo contrario se te salen los pies y te resfrías”, dice) que hace entender a la perfección los impulsos de su mujer, interpretada espléndida y contenidamente por Micaela Quesada. Juan Antonio Molina resulta digno de compasión como el Conde y transmite la tristeza y absurdo de su situación. Al igual que su mujer, interpretada por una deliciosa Inma Isla que se desdobla en la no menos enternecedora Comadrona (personajes ambos que en sus primera apariciones deciden ocultar su tremenda humanidad). Manuel Brun se multiplica sólidamente en multitud de personajes. Al igual que David Sánchez, que sorprende con sus cambios de registro ofreciendo magníficas caracterizaciones (ninguna de ellas tiene desperdicio). Al igual que una Raquel Guerrero que, de personaje melancólico y etéreo provisto de tutú (cual hacedora del destino de los personajes), despliega una completa y en ocasiones muy cómica serie de caracterizaciones.
Un espectáculo más que recomendable este Divorcio de Fígaro. De múltiples lecturas, con un texto que mantiene misma vigencia en el siglo pasado que en éste, con sus políticas absurdas, problemas de fronteras, mezquindad y estupideces. Y una puesta en escena que, bajo la risa y la sonrisa, bajo el maquillaje y la carpa del circo, esconde amargura, reflexión, ternura y el sabor agridulce de la soledad y del infierno que en ocasiones pueden ser los otros.
FICHA TÉCNICO – ARTÍSTICA
Adaptación y Dirección – Alfonso Lara
Reparto (por orden de intervención)
Inma Isla – Condesa, Comadrona, Fantasma Condesa
Juan Antonio Molina – Conde, Adalberto
Micaela Quesada – Susana
Alfonso Lara/Israel Frías – Fígaro
Manuel Brun – Guardia primero, Joyero, Antonio, Basilio, Querubín
David Sánchez – Guardia segundo, Forestal, Pedrito,
Comisario
Raquel Guerrero – Bosque, Ayte.Joyero, Josefa, Camarera, Secretaria General, Paquita
Ayudante dirección – Borja Vera
Iluminación – Pau Ferrer
Escenografía – Cía. “Rojo y Negro” / Alberto Desiles y Beatriz Solís
Vestuario – Guadalupe Valero
Ayudante Vestuario – Rosana Guerrero
Espacio sonoro – Alfonso Lara / Ramón Rico
Canción original “Susana” – Juan Guillénn
Transformación sillón barbero – Rocío Barreto
Fotografía – Toni Catalá
Diseño cartelería – Alex C.
Voz de niño – Miguel Lara
Vídeo – José Galvez
Producción – Gema Monja / Cia. “Rojo y Negro”
Distribución – Bad Mimo s.l. 910 176 802
TEATRO FERNÁN GÓMEZ. MADRID. HASTA EL 1 DE DICIEMBRE