LA MADRE PASOTA y COSAS DE NOSOTROS MISMOS, una función (doble) genial

 

 

CRÍTICA

«Padre, usted no sabe lo que es ser madre», le replica el personaje que interpreta Petra Martínez al cura que imaginamos hay detrás de la celosía del confesionario en el brillante monólogo de Franca Rame y Darío Fo «La madre pasota». Divertidísimo recorrido sobre las peripecias de una madre comunista persiguiendo a un hijo de extrema izquierda, disfrazada de hippy con un poncho «a lo Joan Baez», descubriendo lo harta que estaba de sus obligaciones caseras y de su marido. Petra Martínez sube a escena y se mete al público del Teatro Arenal en el bolsillo con un estilo naturalista y sencillo, con continuos guiños al respetable, que no para de reír durante todo el monólogo.

Y después del monólogo, viene el diálogo. Y es que cuando acaba el texto de Darío Fo, sube Juan Margallo a escena en la figura del director de la obra (aunque en realidad la directora sea su hija, Olga Margallo), con anotaciones a la actuación de su mujer y cambios en la puesta en escena, que cada vez se vuelve más y más delirante y barroca, en una crítica a la situación del mundo del teatro en la actualidad. Para conseguir bolos pasan por pretender convertir la obra en un clásico grecolatino («La  madre de Edipo pasota») o una obra de teatro contemporáneo (a oscuras y con toses), para acabar en una gira por latinoamérica (en la preparación de la cual se dan cuenta de que toda la gente que conocían allí están muertos). Todos detalles surrealistas y divertidisimos pero que no dejan de esconder una realidad bien cierta (incluido el recuento de días cotizados que tiene el actor, que acaban siendo 180 durante toda su vida, con lo cual evidentemente ni hablar del peluquín de jubilarse). Todo llega a niveles de auténtico delirio, incluido uno de los momentos más descacharrantes de la obra en el que al director se le ocurre utilizar un helicóptero teledirigido en la puesta en escena. He desvelado algunos momentos, pero no preocuparse, porque la obra tiene innumerables detalles más que destapan la carcajada casi hasta llegar al borde de las lágrimas. Y cuando acaba esta agridulce función, los dos grandísimos profesionales que son Petra Martínez y Juan Margallo regalan al público unos momentos más, en los que, ya en sus  personalidades reales (lo que no quiere decir que haya cosas de lo anterior que no sean ciertas), cuentan un par de anécdotas de su dilatadísima carrera. Para poner la guinda al pastel. Es una delicia sin duda alguna poder disfrutar de estos dos actores, de esta generación de grandísimos profesionales en vía de extinción, y de su saber hacer y su sabiduría, siempre desde el prisma del entretenimiento más genuino, con sencillez y humildad. Un espectáculo para no perderse.

 

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

REPARTO:

Petra Martínez 

Juan Margallo 

 

 

Producción: Uroc Teatro

Autor: Darío Fo y Franca Rame (La madre pasota)

Juan Margallo y Petra Martínez (Cosas nuestras de nosotros mismos).

Dirección: Olga Margallo

Prensa: Ángel Galán Comunicación

 

TEATRO ARENAL DE MADRID

Fecha de la representación a la que alude la crítica:

28/01/2011

 

LUCES DE BOHEMIA dirigida por Lluís Homar, el viaje de Max Estrella

Foto: David Ruano

 

Para leer la crítica sobre el espectáculo “Luces de bohemia” que se representa en el Teatro María Guerrero de Madrid remito a mi reseña publicada en la web de cultura NOTODO.COM, que se puede encontrar en el siguiente link:

http://www.notodo.com/escena/teatro_contemporaneo/3147_luces_de_bohemia_teatro_mara_guerrero_madrid.html

Lluis Homar dirige las Luces de Bohemia de Valle-Inclán en el Teatro María Guerrero

La acción en un Madrid absurdo, brillante y hambriento. Así nos ubica Valle-Inclán en su Luces de Bohemia. La apuesta dirigida por Lluís Homar en el Teatro María Guerrero de Madrid nos retrotrae a este Madridesperpéntico en la que se ha dado en llamar «la más importante obra dramática española del siglo XX» (con perdón de Lorca y su Casa de Bernarda Alba). Una obra tachada en multitud de ocasiones de “irrepresentable” por diferentes motivos o intereses que Homar consigue poner en pie. Con honestidad en la puesta en escena y respeto total hacia el texto.

Dos altísimas paredes de libros flanquean un abismo, en el fondo del cual se encuentran los trágicos (o absurdos) personajes. Libros también cubren por completo el suelo. Libros se derrumban para dejar ver la puerta de Bastardillos 23, el edificio donde vive Max Estrella. Y libros acaban cubriendo una tumba como si fuese tierra. Una pasarela situada al fondo, un par de escaleras que descienden al subsuelo y algunos muebles que llevan y traen según la escena son los sencillos elementos que acompañan a los personajes en su viaje. Un juego de luces directas que iluminan plenamente a los personajes pero que crean una atmósfera de claroscuros (debido al humo que flota en el ambiente) y una acertada ambientación sonora son los otros instrumentos con los que juega Homar en esta interesante puesta en escena, en la que además se proyectan las acotaciones del escritor gallego sobre el fondo del escenario, para situarnos en cada escena, dando así más importancia todavía a la palabra de Valle-Inclán. Porque lo realmente importante es el texto. Y los diecinueve actores que lo defienden. Gonzalo de Castro es Max Estrella (o Mala Estrella, triste sobrenombre que le adjudican), ¡el primer poeta de España!, como no para de proclamar su compañero de andanzas, Don Latino de Hispalis. El artista, infravalorado y muerto de hambre, y su amigo pasan toda una noche vagando por las calles de Madrid, cuales Don Quijote y Sancho Panza modernistas y despojados de la nobleza de la caballería.

De Castro llena el escenario con su creación y logra un gran Max Estrella (con larguísima barba real incorporada) en una magnífica caracterización. Su acompañante en tan extraño viaje es interpretado por Enric Benavent, de forma también admirable. Prácticamente todos los demás actores se desdoblan o llegan incluso a interpretar tres personajes en un importante esfuerzo interpretativo. Por destacar algunos, Nerea Moreno comoLa Pisa Bien, mujerona de armas tomar, José Ángel Egido en su papel de Ministro de la Gobernación o Miguel Rellán en ese alter ego del autor que es el Marqués de Bradomín logran momentos memorables. Cierto es que la apuesta no llega a ser completamente redonda y resulta por momentos irregular (riesgo que conlleva la propia estructura del texto en escenas independientes). Pero hay que reconocer la dificultad de llevar a las tablas una obra tan compleja. Y además el hacerla por completo accesible como sucede aquí es ya todo un éxito, y eso sin cambiar una sola palabra del texto, del cual únicamente se han tocado siete palabras (que han sido eliminadas). Sin duda es un revisitación necesaria, porque es una obra que, aunque parezca lo contrario, no hay tantas oportunidades de ver representada con montajes de esta magnitud. Y es que es increíble la intemporalidad de la propuesta de Valle-Inclán, esa rabiosa actualidad que desprende el texto noventa años después de su publicación. Las revueltas (gran acierto el incluir sonidos de noticiarios actuales en esos momentos) podrían ser perfectamente reflejo de los convulsos momentos que se están viviendo en el mundo hoy en día. La crítica del gallego podía haber sido escrita para nuestro aquí y ahora, para ese esperpento que seguimos viviendo tanto en el ámbito político como en el social, cultural… Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada (…) España es una deformación grotesca de la civilización europea. Golpe certero y doloroso el de Valle-Inclán. Y que sigue doliendo casi un siglo después.

+ INFO

Nombre del montaje: Luces de bohemia

Disciplina: Teatro contemporáneo

Director: LLuís Homar

Autor: Ramón María del Valle-Inclán

Adaptaci�n: Xavier Alberti

Reparto: Gonzalo de Castro, Enric Benavent, José Ángel Egido, Isabel Ordaz, Miguel Rellán, Fernando Albizu, Jorge Bosch, Marina Salas, Nerea Moreno, Jorge Calvo…

Escenografía y vestuario: Lluc Castells
Iluminación: Albert Faura
Sonido: Roc Mateu
Movimiento escénico: Óscar Valsecchi
Caracterización: Cécile Kretschmar
Una producción del Centro Dramático Nacional

D�nde: Teatro María Guerrero

Direcci�n: Tamayo y Baus, 4. Madrid

Hasta: 25. 03

Horario: De martes a sábado a las 20h. Domingos a las 19h.

Precio: De 11 a 18€. Día del espectador reducción del 50%

Venta de entradas: www.servicaixa.com

 

IOLANTA/PERSÉPHONE en el Teatro Real, luz y oscuridad

CRÍTICA

El tránsito de la oscuridad a la luz es el viaje de Iolanta, la hija ciega del rey, ciega por la ocultación de la existencia de la luz por parte de sus allegados, que rotos de dolor por la ceguera de la princesa no saben que lo que hacen es perjudicarla todavía más. El paso de la luz a la oscuridad, con un breve lapso de vuelta a la superficie para volver de vuelta a los infiernos con el peso de la responsabilidad hacia los seres más desfavorecidos es el viaje de Perséfone. Las dos protagonistas se suceden sobre las tablas del Teatro Real en el programa doble dirigido por Peter Sellars, con la Iolanta de Chaikovski y la Perséphone de Stravinsky, dos delicadas piezas que se dan la mano temáticamente y que Mortier y Sellars han decidido unir en esta ocasión.

La Iolanta de Chaikovski es un prodigio de sensibilidad y delicadeza. La conjugación de los bellísimos coros con las voces del elenco crean una sensación etérea que sobrevuela las butacas del teatro posándose delicadamente sobre los espectadores. Bellísima es la pieza que interpretan a cuatro voces Iolanta y sus tres criadas, y maravillosa la concesión de Sellars a la inclusión de la perteneciente al San Juan Crisóstomo Op.41, con un coro cristalino que logra poner los pelos de punta. Nadie desentona en el compacto reparto. La soprano Ekaterina Scherbachenko realiza un sentido trabajo en el papel protagonista con una interpretación emocionante. Y por destacar a alguno de sus compañeros, el bajo Dmitri Ulianov logra momentos memorables como el rey, padre sobreprotector de Iolanta, y el barítono Willard White como el médico árabe, que resulta tremendamente potente. La orquesta y su director en esta ocasión, el griego Teodor Currentzis, merecen todos los aplausos, al igual que el coro del Real.

La puesta en escena de Sellars está basada en una escenografía con cuatro marcos de puertas con unas figuras sobre ellas que se asemejan a rocas o fósiles, y unos paneles en el fondo que suben y bajan según la escena. Durante gran parte de la función está el mismo enorme panel, hasta que poco a poco se van intercambiando y superponiendo unos sobres otros, cada uno siendo de un color (azul durante la primera parte, rojo cuando su amado habla a Iolanta sobre las rosas, negro en su desesperación, amarillo brillante cuando conoce la existencia de la luz…). La escenografía, a cargo de George Tsypin, el responsable del diseño del Spiderman de Broadway, es sencilla pero efectiva, a pesar de que tengo que reconocer que me esperaba algo más viniendo de quien venía. Gran importancia tiene la luz en esta historia también. El diseño de iluminación, a cargo de James F. Ingalls, juega en muchos momentos con una iluminación «casera», consistente en focos a ras de suelo contrapicados que mueven los mismos personajes, pero que funcionan muy bien. Esa iluminación directa favorece la penumbra del resto del escenario y crea unos juegos de sombras muy interesantes en el fondo. En especial en el momento de alejamiento-acercamiento de los dos enamorados, apartados físicamente pero con sus sombras que en un momento dado parecen acostadas juntas, o el intenso aria del médico árabe, con otros dos miembros del elenco dirigiendo los focos iluminándole las manos, transformándose en una especie de ser todopoderoso y con sus resplandecientes manos en medio de una oscuridad que proyecta inquietantes sombras sobre todo el fondo del escenario.

Iolanta posee momentos de auténtica belleza y consiguió obtener el beneplácito del público del Real, que aplaudió efusivamente. Sin embargo, la Perséphone de Stravinski no consiguió tantos adeptos. Las razones a mi parecer pueden ser varias. Por un lado, que se acababa de asistir a un espectáculo bellísimo que había que saborear y digerir, y media hora era tal vez poco tiempo para ello. Por otro, que el escenario era exactamente el mismo, con lo cual la sensación es de un irremediable «déjà vu». La tercera, la obra de Stravinski es mucho más abstracta que la de Chaikovski. Y no es que carezaca de belleza, pero tampoco es una ópera al uso, ya que el coro (permanentemente en escena), se alterna con el único cantante solista y con un recitado de un poema en francés de André Gide. Es una pieza modernista que es más difícil que llegue a todos los públicos. El tenor Paul Groves defiende correctamente su interpretación del guía ciego que nos acompaña a lo largo de la historia de Perséfone, y Dominique Blanc (actriz francesa ganadora de varios premios César y la de la Copa Volpi en el Festival de Cine de Venecia), recita intensamente (y con reber) el texto de Gide, mientras unos bailarines camboyanos realizan una danza representando lo que la Perséfone narradora cuenta (así nos encontramos con un duplicidad de Perséfones, una actriz y otra bailarina). Sellars obliga asimismo al coro a estar en escena continuamente y realizar ciertas sencillas coreografías. Pero creo que este es uno de los fallos de la puesta en escena. Y es que hay demasiada luz, y los miembros del coro del Real son muy buenos cantantes pero no son intérpretes, con lo cual se ve en ciertos momentos el cansancio reflejado en sus caras y ello te saca del espectáculo. Porque la música de Stravinski es bellísima e hipnótica, pero para mi gusto necesitaría de otra puesta en escena, más atmosférica, más oscura, para que tuviera todo su efecto. Asimismo la danza no llega a cuadrar dentro del todo en el espectáculo. La influencia de Robert Wilson es clara en ese aspecto, pero en lo que Wilson es pausado e hipnótico, aquí no llega a cuajar, a ser dinámico. Porque algo que tienen en común las dos óperas (y principalmente esta segunda), es su estatismo. La intención de hacer un espectáculo de arte total se queda a medio gas a mi parecer así. Además, el vestuario que en la primera obra funciona tan bien (todos de negro menos la protagonista), aquí resulta algo chillón para mi gusto, con los protagonistas de llamativos colores y el coro de negro. La aparición del coro de niños vestidos de blanco refulgente, los Pequeños Cantores de la JORCAM, hace que el espectáculo suba de interés y protagonizan los mejores momentos de la función.

En definitiva, un programa doble poco corriente, algo irregular aunque repleto de sentido. Y desde luego, merece la pena (y mucho) aunque sólo fuera por poder asistir a su primera parte. Un viaje de la oscuridad a la luz repleto de esperanza y belleza.

FICHA

IOLANTA

Piotr Ilich Chaikovski (1840-1893)

Ópera lírica en un acto
Libreto de Modest Chaikovski, basado en La hija del rey René de Henrik Hertz
En lengua rusa

Estrenada en el Teatro Mariinski de San Petersburgo el 18 de diciembre de 1892

PERSÉPHONE

Igor Stravinski (1882-1971)

Melodrama en tres cuadros
Poema de André Gide
En lengua francesa

Estrenada en la Ópera Garnier de París el 30 de abril de 1934.

Nueva producción del Teatro Real
Coproducción con el Teatro Bolshoi de Moscú

Director musical Teodor Currentzis

Director de escena Peter Sellars

Escenógrafo George Tsypin

Figurinista Martin Pakledinaz

Co-figurinista Helene Siebrits

Iluminador James F. Ingalls

Coreografía en colaboración con los bailarines

Director del coro Andrés Máspero

REPARTO DE IOLANTA

Réne, rey de Provenza Dmitry Ulianov, bajo

Robert, duque de Borgoña Alexej Markov, barítono

Conde Vaudémont, caballero borgoñés Pavel Cernoch, tenor

Ibn-Hakia, médico moro Willard White, barítono

Alméric, escudero del rey René Vasily Efimov, tenor

Bertrand, guardián del castillo Pavel Kudinov, bajo

Iolanta, hija del rey René Ekaterina Scherbachenko, soprano

Marta, nodriza de Iolanta Ekaterina Semenchuk, contralto

Brigitta, amiga de Iolanta Irina Churilova, soprano

Laura, amiga de Iolanta Letitia Singleton, mezzosoprano


REPARTO DE PERSÉPHONE

Eumolpe Paul Groves, tenor

Perséphone Dominique Blanc, narradora

Bailarines:

Perséphone Sam Sathya

Déméter Chumvan Sodhachivy

Pluton Khon Chansithyka

Mercure, Démophon Nam Narim (Amrita Performing Arts, Camboya)

Pequeños Cantores de la JORCAM

Coro  y Orquesta Titulares del Teatro Real
(Coro Intermezzo y Orquesta Sinfónica de Madrid)

Fecha de la representación a la que alude la crítica:

16/01/2011

HAY QUE DESHACER LA CASA, una grata sorpresa

Foto: Antonio Castro

CRÍTICA

Una de las peores cosas que hay en la vida son los  prejuicios. Y esta tarde lo he comprobado. Punto número uno: no hay que dejarse influir por los diseños de los carteles. Punto número dos: no juzgues el trabajo de la gente sin haberlo visto antes. Hay que reconocer que el hecho de que Andoni Ferreño se pasara a la dirección teatral no me convencía demasiado, pero este «Hay que deshacer la casa» que se representa en el Teatro Arenal de Madrid ha sido una muy grata sorpresa. Asimismo influye el hecho del desconocimiento con anterioridad del texto teatral de Sebastián Junyent, ganador del Premio Lope de Vega en el año 85 y ya representado sobre las tablas por grandes damas de las escena como Amparo Rivelles, Amparo Soler-Leal o Charo López. Y que más que una comedia es un drama. Y de los intensos. Aunque eso sí, muy bien dosificado y con puntos cómicos que facilitan la fluidez de la historia.

Una historia que puede llegar a una importante parte del público,  ya que es la de dos hermanos que se reencuentran después de varios años para repartirse la herencia familiar. Un reencuentro en la casa de su infancia que les trae a la memoria recuerdos y hace brotar a lo largo de la función ternura o tensiones sepultadas por el tiempo, según el momento. La puesta en escena es correcta, siendo lo más llamativo un decorado que ,a la vez de clásico, incluye un punto de ruptura con el realismo al cubrir las paredes con paneles de una fotografía deconstruida del padre de familia, lo que crea un efecto algo asfixiante, interesante a pesar de que se dé un poco de tortas estéticamente hablando con el resto de la decoración. Otro punto de ruptura es el convertir a los personajes femeninos del texto en hombres, una idea que por lo visto ya fraguaron Ferreño y el propio Junyent hace años. Y es interesante ya que hace a los hombres los débiles de la historia. Dos hermanos, Álvaro y Cosme, que pueden hablar sin tapujos y desnudar sus emociones por fin después de tanto tiempo. Luis Fernando Alvés (actor asiduo en televisión) hace una interpretación correcta de Cosme, el hermano que decide huir e instalarse en parís sin preocuparse de las cargas familiares. Pero es Jorge de Juan (curiosamente co-director del «Drácula» que se representa estos días en el Teatro Marquina), quien realiza un trabajo muy a destacar como Álvaro, el «buen hermano», que se ha dedica al cuidado de sus padres durante todos esos años. De Juan hace un gran y sentido trabajo, además teniendo en cuenta lo difícil de la evolución del personaje a lo largo de la obra, que apoyado en el alcohol va desmoronándose poco a poco, pero sin resultar en ningún momento excesivo. Y llegando incluso a emocionar con su frágil personaje, lleno de tristeza y frustración.

Una obra sencilla y emotiva con ritmo adecuado. Un espectáculo no novedoso pero sí bastante más que correcto. Un buen debut para Ferreño. Eso sí, el diseño del cartel no invita a verla en absoluto. Pero ya se sabe: no hay que juzgar los libros por la cubierta…

Cartel de la obra

 FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

Reparto:

Álvaro……………………………….Jorge de Juan

Cosme……………………………….Luis Fernando Alvés

Ficha Técnica: 

Prensa:                                      Angel Galán Comunicación

Versión:                                     Andoni Ferreño

Dirección:                                   Andoni Ferreño

TEATRO ARENAL DE MADRID

Fecha de la representación a la que alude la crítica:

22/01/2012

DRÁCULA en el Teatro Marquina: un vampiro como los de antes

CRÍTICA

Drácula es un personaje que se ha adaptado de todas las maneras posibles a todos los medios habidos y por haber. Es por ello un valor seguro a la vez que peligroso. Peligroso (aparte de porque sea un chupasangres), porque es muy difícil hacer una versión que convenza y sorprenda. Ya lo intentó Ignacio García May hace un par de años en el Centro Dramático nacional con un Drácula de aspecto algo lobuno, más poético y sugerente pero falto de garra y a la postre frío. Jorge de Juan y Eduardo bazo intentan con este montaje repetir el éxito de «La mujer de negro» de hace doce años, aquel ejercicio de teatro de género (un suspense con gotas de terror) que tan bien les salió (tanto que volvió en el 2007). Para ello utilizan esta historia de terror clásica. Y el resultado es lo que es. Una obra de teatro clásica. Sin grandes sorpresas (aunque con algunos grandes sustos), para pasar un rato entretenido. Hay que saber que es a eso a lo que se va, porque desde luego no añade nada nuevo ni a la historia del vampiro ni a la historia del teatro español, por mucho que la publicidad rece lo contrario («una historia de terror…como nunca antes ha sido contada»). Una puesta en escena basada en una efectiva banda sonora, aunque no tanto como en aquella Mujer de negro, que para mi gusto era bastante más terrorífica. Un decorado «como los de antes» (aquí no hay minimalismo que valga), una iluminación apropiada (aunque podía haber dado bastante más juego, a pesar de que el uso de las velas sea bastante efectivo en un par de momentos), y unos trucos de magia encargados al mago Yunke (que por otra parte tampoco son excesivamente espectaculares pero cumplen su función), hacen de éste un entretenimiento digno si no se busca mucho más.

Los actores a su vez cumplen con sus papeles. Emilio Gutiérrez Caba demuestra sus grandes dotes de actor como es habitual, aunque tal vez debería de rebajar un poco el listón ya que la obra es lo que es. Ramón Langa es un Drácula con voz de bruce Willis muy convincente y con gran presencia. César Sánchez es un Doctor Seward correcto, aunque el estar continuamente frente a Gutiérrez Caba juegue en su contra. Martín Rivas es un Jonatahan Harker algo soso, pero también es el carácter del personaje. María Ruiz es una Mina algo desigual pero con momentos bastante interesantes. Amparo Climent es la señora Wells, un ama de llaves inquietante, algo sobreactuada, pero con una sobreactuación que en cierto modo entra dentro de los cánones del género. Y Mario Zorrilla en un Renfield muy solvente, de lo mejor de la obra.

Y si lo que se quieres es pasar miedo, pues hay que reconocer que en algún momento logra algo cercano, teniendo en cuenta lo difícil que es, sobre todo en teatro. La persona que tenía a mi lado desde luego pegó unos cuantos gritos en varias ocasiones (aunque también hay que reconocer que el volumen a toda pastilla ayuda a crear el efecto deseado). En resumen, una obra que no aporta nada nuevo pero correcta y entretenida. Algo que por otra parte no está nada mal. Seguramente tendrá éxito. Que lo de pasar un poco de miedo siempre gusta.

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

REPARTO

Van Helsing: Emilio Gutiérrez Caba

Conde Drácula: Ramón Langa

Jonathan Harker: Martiño Rivas

Mina: María Ruiz

Sra. Wells: Amparo Climent

Dr. Seward: César Sánchez

Renfield: Mario Zorrilla

FICHA TÉCNICA

Directores: Eduardo Bazo y Jorge de Juan

Diseño de iluminación: Gustavo Pérez Cruz

Efectos especiales: YUNKE

Escenografía: Carmen Castañón

Vestuario: Yiyi Gutz

Diseño de sonido: Raúl Bustillo

TEATRO MARQUINA DE MADRID

Fecha de la representación a la que alude la crítica:

20/01/2012

EL MONTAPLATOS, absurda servidumbre

 

Para leer la crítica sobre el espectáculo “El montaplatos” que se representa en las Naves del Español del Matadero de Madrid, remito a mi reseña publicada en la web de cultura NOTODO.COM en el siguiente link:

http://www.notodo.com/escena/teatro_contemporaneo/3130_el_montaplatos_matadero_madrid.html

La compañía Animalario baja al Matadero en El montaplatos de Harold Pinter

El espectador entra en la sala. Humo. Penumbra. Plásticos negros cubren el suelo, las paredes y hasta las butacas. La penumbra se convierte en oscuridad. La función comienza. Un zumbido empieza a levantarse como fondo sonoro. Una luz fantasmal se cuela a través de las rejillas del techo, apenas suficiente para distinguir a dos figuras sobre sendas camas. Son un par de hombres que dormitan. Uno se remueve. Vuelve a estar tranquilo. El otro se incorpora. Se vuelve a tumbar. A continuación el primero se levanta y se frota la cara nerviosamente. Tose. Se acuesta… Y así continúan intermitentemente hasta pasados unos minutos. Es el comienzo de El montaplatos, de Harold Pinter, lo nuevo de la compañía Animalario, que se ha estrenado en el Matadero de Madrid. Un punto de partida lo suficientemente sugerente para crear una atmósfera inquietante. Esos dos hombres son Ben y Gus,y se encuentran encerrados en una sótano a la espera de algo que en un principio no se sabe muy bien qué es. Momentos más tarde descubriremos que son asesinos a sueldo esperando órdenes y un objetivo al que eliminar. Sin embargo en un punto dado descubren un montaplatos por el que empiezan a enviarles pedidos de comida. Parece que el lugar en el que permanecen fue con anterioridad un restaurante, ahora en inactividad. Los personajes empiezan en ese momento a obsesionarse por estos extraños y absurdos encargos que no saben de dónde proceden ni quién los envía pero a los que creen deben hacer caso. El montaplatos es una metáfora sobre la servidumbre y las relaciones de poder. Una pesadilla cómica, según el propio Andrés Lima, encargado de la dirección, contundente y angustiosa a la par que divertida.

Y Alberto San Juan y Guillermo Toledo son Ben y Gus, los dos asesinos que mantienen una tensa pero inevitablemente cómica relación entre ellos. Uno adoptando el rol de siervo y el otro el del amo. Los dos conocidos actores mantienen el ritmo de la función en niveles óptimos y ésta se beneficia de la evidente complicidad entre ellos, que hace aflorar en numerosas ocasiones la sonrisa en el espectador. A medida que la obra avanza, la tensión se hace más patente y lo absurdo de la situación enrarece el ambiente de una forma en la que Pinter es maestro. Como en el Esperando a Godot de Samuel Beckett, dos personajes esperan y esperan, sin saber muy bien qué es lo que va a pasar a continuación. Pero el absurdo manifiesto de Beckett se transforma en un realismo enrarecido y oscuro en Pinter, que critica los roles sociales y las absurdas servidumbres que se crean en las relaciones de poder. Poco a poco los personajes, ya de por sí inestables, se van introduciendo en una espiral de locura a medida que los pedidos bajan por ese montacargas. Los elementos de la puesta en escena están utilizados de forma muy inteligente para crear la atmósfera precisa. Como elemento fundamental, la escenografía de Beatriz San Juan, que siendo extremadamente simple es altamente impactante. Sin olvidar un excelente diseño de iluminación muy atmosférico que ayuda a crear el ambiente necesario. Y un diseño de sonido que contribuye también de forma fundamental a crear un continuum sonoro de sutiles ambientes y estruendosos efectos que llegan a crear en determinados momentos una ansiedad en el espectador cercana a la de los protagonistas. Los actores se mueven además en un escenario atípico, flanqueado en dos laterales por las gradas de los espectadores, en un ir y venir que consigue que el ritmo no decaiga en ningún momento.

Curiosamente, dos montajes de Andrés Lima cohabitan en las salas madrileñas en estos días. Un par de espectáculos que, según él mismo, podrían ser complementarios: el ying y el yang, Elling el blanco y El montaplatos el negro. En el primero, la comedia dramática de Ingvar Ambjorsen, es la complementariedad el elemento motor de la vida de los personajes y la exaltación de la amistad su motivo central, con la esperanza como conclusión. El que nos ocupa, El montaplatos, se erige en una crítica despiadada contra las relaciones de poder, también con dos personajes como protagonistas, y asimismo complementarios. Pero en un sentido más parecido a como podían ser complementarios Caín y Abel. Con la lucha absurda por la servidumbre como protagonista y un tono desesperado. Dos espectáculos. Una moneda con dos caras que a la vez se dividen en otras dos. Cuatro ejemplos de peculiares personajes en un par de críticas que nos hacen pensar. Y que hay que agradecer que convivan en cartelera.

+ INFO

Nombre del montaje: El montaplatos

Disciplina: Teatro contemporáneo

Director: Andrés Lima

Autor: Harold Pinter

Adaptaci�n: Alberto San Juan

Reparto: Alberto San Juan, Guillermo Toledo

Escenografía y vestuario: Beatriz san Juan
Diseño de iluminación: Valentín Álvarez
Diseño de sonido y música: Nick Powell
Producción: Animalario

D�nde: Naves del Español. Matadero

Direcci�n: Paseo de la Chopera, 14. Madrid

Hasta: 11. 03

Horario: De martes a sábados a las 20.30 horas. Domingos a las 19 horas

Precio: 22 €. Martes y miércoles: 25% dto.

LA MECEDORA, mercaderes de palabras

 

Para leer la crítica sobre el espectáculo “La mecedora” que se representa en el Teatro Valle-Inclán de Madrid, remito a mi reseña publicada en la web de cultura NOTODO.COM en el siguiente link:

http://www.notodo.com/escena/teatro_contemporaneo/3118_la_mecedora_teatro_valleincln_madrid.html

Josep Maria Flotats lleva La mecedora al Teatro Valle-Inclán

Un director de una editorial que no ha leído un solo libro de los que publica despide al único lector de textos que tiene en nómina en aras de la productividad de la empresa. Ésa es la base sobre la que se asienta la nueva obra de Josep Maria Flotats, que podemos ver estos días en el Teatro Valle-Inclán de Madrid. La tercera obra que dirige Flotats del autor Jean-Claude Brisville, después de La cena y Encuentro de Descartes con Pascal Joven, es una crítica descubierta contra la mercantilización de la cultura. Y de tono autobiográfico, ya que por lo visto el autor vivió en sus carnes una situación parecida.

La obra se erige en un espectáculo intelectual en el que prima la palabra sobre el movimiento y la razón sobre la emoción en un único acto situado en el salón de Osvaldo (interpretado por Eleazar Ortiz), el director, en el que curiosamente no hay un solo libro, como apunta Jerónimo (Helio Pedregal), el lector editorial despedido y que acude a la casa de su ex-jefe para pedirle educadamente explicaciones y de paso desestabilizar en la medida de sus posibilidades al frío tecnócrata. El movimiento escénico, a pesar de ser mayor que en su anterior adaptación de Brisville, aquel encuentro filosófico entre Descartes y Pascal, tampoco es una prioridad en la puesta de escena de Flotats, al que se le nota el gusto por la palabra. Tal vez algo morosa en su primera parte, la acción se aviva cuando entra en escena Gerardo (Daniel Muriel), infravalorado ilustrador de las cubiertas de la editorial y amante de Osvaldo. Un personaje algo naïf pero esperanza de un nuevo relevo generacional sensible e ilusionado. La lucha dialéctica entre los dos protagonistas se erige en el duelo de la palabra contra el silencio: el lector no para de hablar y el director pasa tres cuartas partes de la función en silencio. El mismo Flotats se diría que se ve reflejado en el personaje del lector, obsesionado por el discurso y siempre con la expresión adecuada en los labios, que es interpretado por un Helio Pedregal heredero de los recursos actorales del director catalán. Tal vez La mecedora no es la obra que irías a ver si estás esperando algo rompedor. Así que fanáticos de lo experimental manténganse alejados de ella. Pero desde luego no defraudará a los seguidores de Flotats. Además la premisa interesante es. Y no carente de actualidad.

+ INFO

Nombre del montaje: La mecedora

Disciplina: teatro contemporáneo

Director: Josep Maria Flotats

Autor: Jean-Claude Brisville

Adaptaci�n: Mauro Armiño

Reparto: Daniel Muriel, Eleazar Ortiz, Helio Pedregal

Escenografía y vestuario: Alejandro Andújar
Iluminación: Albert Faura
Producción: Centro Dramático Nacional

D�nde: Teatro Valle-Inclán. Sala Francisco Nieva

Direcci�n: Plaza de Lavapiés, s/n. Madrid

Hasta: 19. 02

Horario: Martes a sábados a las 19h. Domingos a las 18h.

Precio: 15€. Día del espectador reducción del 50%

Venta de entradas: www.servicaixa.com

ELLING, la normalidad de la locura (y viceversa)

 

Para leer la crítica sobre el espectáculo “Elling” que se representa en el Teatro Galileo de Madrid, remito a mi reseña publicada en la web de cultura NOTODO.COM en el siguiente link:

http://www.notodo.com/escena/teatro_contemporaneo/3107_elling_teatro_galileo_madrid.html

Elling

 

Andrés Lima dirige a Carmelo Gómez y Javier Gutiérrez en Elling

¿Qué es ser “normal”? ¿Y estar “loco”? ¿Realmente hay diferencias entre unos y otros? Lo que nos viene a contar Elling es que parece que existen menos de las que creemos. Vivimos en un mundo muy loco. Y no hay que apartar a nadie porque lo sea. La obra, basada en una novela del noruego Ingvar Ambjorsen, que ya se llevó al cine en 2001 siendo nominada al Oscar, llega ahora en una adaptación de David Serrano y con dirección de una de las cabezas pensantes de Animalario, Andrés Lima. Y recala en el Teatro Galileo de Madrid después de llevar desde octubre girando por diferentes ciudades de la geografía española. Elling nos cuenta la historia de dos cuarentones, compañeros de habitación de un psiquiátrico, a los que el gobierno decide trasladar a un piso en la ciudad para ver qué tal se adaptan a la vida «normal». Elling y Kjell Bjarne son una extraña pareja, profundamente diferentes pero complementarios, que deben afrontar de la mano situaciones completamente nuevas para ellos. Auténticos retos, aunque sean cosas tan cotidianas como el simple hecho de salir de casa.

Elling
es una obra terriblemente conmovedora pero a la vez tremendamente divertida, en la que se ríe a mandíbula batiente mientras en ocasiones se llora por dentro. Pero lo bueno es que la óptica desde la que se enfoca esta historia es profundamente esperanzadora. Esperanzadora para estos locos y por ende para los locos que les estamos viendo. Aunque hay que llamar la atención sobre el hecho de que esta producción de Coté Solerhace una apuesta más radical que la película de Petter Naess. Lo que en el filme era contención aquí en ocasiones roza el histerismo. Y a pesar de las diferencias (o precisamente gracias a ellas) lo bueno es que lo que en aquella funcionaba a la perfección, en ésta también, pero cada adaptación ajustada inteligentemente a su medio. La radicalidad de la apuesta de Andrés Lima tal vez resultaría exagerada para el lenguaje cinematográfico, pero en teatro dota a la función de una fuerza y dinamismo que atrapan al espectador desde el principio hasta el final. La puesta en escena, con una iluminación muy efectiva, en gran parte basada en fluorescentes y con apenas un par de camas y sillas como decorado, se sitúa en un cuadrilátero rodeado por los espectadores y permite una cercanía con la acción y los actores muy beneficiosa para el espectáculo. Porque los actores, que realizan un excepcional trabajo, se convierten en la mayor fuente de radicalidad del espectáculo. La caracterización tanto vocal como física, con multitud de detalles y rasgos adaptados a sus diferentes “locuras” es extrema pero magnífica, y en vez de alejar a los protagonistas con respecto al público, les acerca y facilita la identificación. Carmelo Gómez interpreta a Elling, paranoico enclaustrado por su madre desde pequeño, angustiado y con vértigos, pero poseedor de una gran sensibilidad y talento para la elaboración de historias y que descubre su vocación como poeta. Carmelo Gómez, con su imponente físico (es curiosa la decisión de casting, ya que es inversa a la de la adaptación cinematográfica), dota a su personaje de una ternura y sensibilidad maravillosas, con sus miedos e inseguridades a flor de piel. Y si Elling es la sensibilidad, Kjell Bjarne es las vísceras. Javier Gutiérrez, con su personaje, extremo, obsesionado por el sexo (sin haberse acostado jamás con nadie), sucio y malhablado, es un cúmulo de tics que conforman una creación magistral que llega al espectador de forma directa y contundente. Sólo con su anterior creación en la piel del Woyzeck dirigido por Gerardo Vera y con ésta de Kjell Bjarne se podría afirmar sin titubeos que es uno de los mejores actores de teatro que tenemos en la actualidad. A ambos les acompañan Chema Adeva y Rebeca Montero interpretando a múltiples personajes. Adeva en los papeles del poeta Alfons y del supervisor Frank Asli aporta una cercanía a sus personajes que los hacen entrañables, y Rebeca Montero en su personaje de Reidun, la vecina embarazada, crea un ser maravillosamente desvalido que atrapa irremediablemente y con razón a Kjiell Bjarne.

A todos les envuelve en escena la música del pianista Mikhail Studienov, que toca en directo piezas de Brahms, Schumann y Clara Wieck, en una referencia a otra historia con un triángulo de amistad y celos en cierto modo paralela a la de los protagonistas de la obra, que además es el elemento abstracto que sirve como dibujo de las sensibilidad y emociones de Elling a lo largo del espectáculo. La lógica es enemiga de la poesía, le recuerda Alfons a Elling. Y Elling, a la vez de ser un espectáculo tremendamende directo, no carece en absoluto de poesía, y con su labor nos muestra la delgada línea entre locura y normalidad y nos hace pensar sobre ello y sobre las etiquetas que imponemos en esta sociedad «normal». ¿De verdad alguien es normal en este mundo en el que vivimos?

+ INFO

Nombre del montaje: Elling

Disciplina: Teatro contemporáneo

Director: Andrés Lima

Autor: Ingvar Ambjorsen

Adaptaci�n: David Serrano

Reparto: Carmelo Gómez, Javier Gutiérrez, Chema Adeva, Rebeca Montero, Mikhail Studyonov

Diseño de iluminación: Valentín Álvarez
Escenografía y vestuario: Beatriz San Juan
Caracterización: Cecilia Escot
Diseño de producción y producción ejecutiva: Coté Soler

D�nde: Teatro Galileo

Direcci�n: Galileo 39, Madrid

Hasta: 24.02

Horario: De miércoles a viernes a las 20.30h., sábados a las 18.30 y 22h. y domingos a las 18.30h.

Precio: De 20 a 25 euros

Venta de entradas: www.entradas.com