CRÍTICA
Salvaje. Oscura. Satírica. Lírica. Sórdida. Trágica. Mágnífica.
Esta Lady Macbeth de Mtsensk, ópera de Shostakovich estrenada en 1936 (que no gustó en exceso a Stalin), y que ahora se nos presenta en un montaje dirigida en lo musical por Harmut Haenchen y en lo escénico por Martin Kusej, es brutal a todos los niveles (y en todos los sentidos). La historia, basada en el relato de Nikolái Leskov (aunque modificada por Shostakovich), nos narra la trágica y sórdida historia de Katerina Ismailova, la mujer de un comerciante, aburrida y atrapada en un mundo del que necesita escapar pero no sabe cómo. Hasta que conoce a un nuevo empleado de la hacienda, del que se enamora perdidamente. Lo que le arrastra a cometer horribles acciones y acabará de forma trágica.
Y es que la música de Shostakovich es increíblemente rica y convierte esta Lady Macbeth en un carrusel de emociones en el que todo cabe, desde los momentos más líricos, hasta masas sonoras estruendosas, pasando por momentos de casi vals o fanfarria, metales alocados, exultantes interludios musicales entre escena y escena… A propósito de su primer estreno, un periódico afín al régimen stalinista publicó un artículo vilipendiando el espectáculo llamado «Caos por música». Pero lo cierto es que comparada con su obra precedente es menos atrevida y el propio Shostakovich afirmó que todas las partes de esta ópera eran muy cantables. Y es cierto. Aunque cierto un poco de ambas afirmaciones (también de la de la publicación comunista) hay. Porque algo de caos tiene. Pero un caos maravilloso. Aunque desde luego no tan disonante como otras óperas que nos han visitado recientemente como «San Francisco de Asís» o la propia «Elektra» de Strauss. Hay momentos profundamente líricos y otros de orquesta atronadora (Haenchen, el director musical, dice que es una de las óperas con más decibelios que hay). Las transiciones de unas frases a otras son simplemente magistrales y desde luego en el Real sonaron magníficamente. Así como sonó magnífico el coro, con una presencia muy importante durante todo el espectáculo, casi como otro personaje más, al principio como la masa de trabajadores de la hacienda y en el último acto como los presos deportados a Siberia.
La puesta en escena de Kusej, fría, cruda y física, sitúa esta acción no tanto en la Rusia zarista prerrevolucionaria sino en un contexto más moderno (el vestuario es actual, o incluso podría ser de otras décadas del siglo XX, incluso casi de mediados de los años cincuenta), que apunta a esa sociedad podrida en todas las escalas sociales no como producto del régimen zarista sino incluso del comunista o de cualquier sociedad. Así como se establece otro claro paralelismo con las deportaciones masivas a Siberia en los tiempos zaristas y stalinistas, que de todas formas se puede extrapolar a cualquier dictadura. La tierra oscura que cubre el suelo de las primeras escenas (sobre la que se arrastran y manchan los personjes), el agua de las últimas (que provee de una extrema frialdad térmica y desolación a la estancia de los presos), la nieve que cae en la muerte de Zinovi… Todos elementos de fisicidad increíble que aporta una interacción para los personajes que enriquece la puesta en escena. Una puesta en escena extremadamente fría, con una iluminación podríamos decir que feísta (lo que no quiere decir que no sea un gran trabajo), que fomenta la sordidez de este espectáculo. Porque escenas como la agresión a la cocinera (desnuda y humillada por decenas de hombres en medio del escenario), el azote de Serguei a base de latigazos hasta hacerle sangrar, o la sexualidad que impregna todas las escenas (cuyo momento álgido es el fantástico coito con luces estroboscópicas entre los protagonistas, un delirio absoluto), son imágenes duras y sórdidas también, pero no gratuitas en modo alguno. Seguramente se tache a Kusej en algunos mediose de provocador, pero no creo que sea ésa la intención en absoluto. Es una puesta en escena al servicio de transmitir una serie de sensaciones que, desde luego, funciona. La jaula de cristal llena de zapatos por la que se mueve Katerina es una idea simple pero magnífica. Las duchas de los policías funcionan perfectamente, la escena de la boda también, y sencillamente espectacular es la aparición del piso inferior en el que se encuentran los presos: primero observamos a los guardias con perros (vivos) y linternas paseando por escena, y poco a poco esa superficie va elevándose y descubrimos que lo que vigilan es el piso inferior, repleto de personas semidesnudas, casi fantasmas moviéndose entre agua y metal. Sin olvidar ese magnífico momento de pesadilla con cuatro figuras subiendo por las paredes y otras arrastrándose por el suelo mientras Katerina cree ver el fantasma de su suegro.
Pero desde luego, si hay algo que destacar sobre todo lo demás, es el grandioso trabajo de la protagonista Eva-Maria Westbroek. Que desde el primer momento arrastra al espectador con su voz y su actuación hasta su trágico final. Consigue dotar de una fisicidad y sexualidad maravillosa a su personaje, que hace que la historia resulte completamente absorbente. Impresionante a nivel actoral. Y a nivel vocal no se queda corta, ya que resulta absolutamente perfecta. Un éxito y una interpretación para recordar. A su lado los personajes masculinos empalidecen, e inevitablemente sus intérpretes, pero cumplen con su función sin embargo.
Una historia que te atrapa de principio a fin con una música riquísima y excepcional, llena de violencia, pasión, sexo, tensión y locura, con una puesta en escena impresionante y una actriz protagonista inmensa en un papel sin maniqueísmos, complejo y memorable. Intensa y brutal. Un arrebato operístico memorable de los que llegan a poner los pelos de punta.
FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
LADY MACBETH DE MTSENSK, de Dmitri Shostakovich (1906-1975)
Ópera en cuatro actos y nueve cuadros en lengua rusa.
Libreto de Alexander Preys y Dmitri Shostakovich, basado en elr elato de Nikolai Leskov
Nueva producción en el Teatro Real procedente de la Nederlands Opera de Amsterdam
Director musical: Hartmut Haenchen
Director de escena: Martin Kušej
Escenógrafo: Martin Zehetgruber
Figurinista: Heide Kastler
Iluminador: Reinhard Traub
Director del coro: Andrés Máspero
Asistente del director musical: Walter Althammer
Asistente del director de escena: Herbert Stoeger
Asistente de la figurinista: Beatrix Lorber
Maestros repetidores: Arnaud Arbet, Riccardo Bini
REPARTO
Borís Timfeyevich Ismailov/ Un preso anciano: Vladimir Vaneev
Zinovi Borisovich Ismailov: Ludovít Ludha
Katerina Ismailova: Eva-Maria Westbroeck
Serguéi: Michael König
Aksinya/Una prisionera: Carole Wilson
Un trabajador harapiento: John Easterlin
Un tendero/Un policía: Francisco Santiago
El portero: Airam De Acosta
Tres capataces: Javier Checa, Ángel Rodríguez, Alain Damas
Un molinero: Igor Tsenkman
Un cochero: Fernando Campo
El pope/Un centinela: Alexander Vassiliev
Un sargento de policía/Un oficial: Scott Wilde
Un maestro: Valentin Jar
Un invitado borracho: Álvaro Vallejo
Sónietka: Lani Poulson
Coro Titular del Teatro Real (Coro Intermezzo)
Orquesta Titular del Teatro Real (Orquesta Sinfónica de Madrid)
FECHA DE LA REPRESENTACIÓN A LA QUE ALUDE LA CRÍTICA:
21/21/2011