CRÍTICA
En un aula inmensa de una universidad de los años veinte o treinta, Séneca da una lección magistral de filosofía durante media hora a sus alumnos. Después empezará la música y la historia en sí, con estos alumnos que han crecido y son los responsables del país. Pero el aula ya no sirve para enseñar, sino que es un recuerdo del pasado por el que los personajes vagan durante las más de cuatro horas que dura el espectáculo. Esta adaptación de L’incoronazione di Poppea, la ópera de Monteverdi, por Philip Boesmans en lo musical y Krysztof Warlikowski en la puesta en escena era uno de los platos fuertes de la temporada del Real.
Warlikowski es un director arriesgado y provocador, como ya demostró en la espléndida Krol Roger. Aquí se ven destellos de esa garra y provocación, de ese gusto por la estética y las atmósferas turbias, pero la duración del espectáculo y algunas decisiones de puesta en escena lastran el resultado final. La historia de celos, envidias, muerte y ansias de poder protagonizada por Poppea, Nerón y sus parejas abandonadas, un juego de amor, muerte y poder, es uno de los libretos más potentes que se pueden encontrar. Y es un caldo de cultivo perfecto para que Warlikowski libere sus obsesiones: un grupo de atractivos figurantes de estética nazi, orgías homosexuales, máscaras anónimas de lenguas lascivas, transformismo, drogas, parejas lésbicas, erotismo necrófilo… Todo cabe en este montaje. Pero la longitud de la obra y el estatismo del inmenso decorado hacen que algunos de los múltiples detalles pierdan fuerza y se pierdan ellos mismos. Hay momentos en los que hay numerosos puntos a los que prestar atención, lo que crea una especie de ansiedad que se ve contrarrestada por otros momentos estáticos que llegan a pesar. El aula como metáfora es muy efectiva, pero a las tres horas de estar viendo el mismo decorado ya cansa, aunque en un momento dado se transforme en un gimnasio que retrotrae a esos gymnasium alemanes y la importancia de la educación física en tiempos de Hitler.
Se agradecen dos mínimos efectos de puesta en escena finales que hacen que el espectáculo remonte hasta niveles altísimos: una simple pantalla blanca sobre la que se pelean los dos protagonistas en contraposición con lo que están cantando (el “Non piú s’interporrá noia o dimora”), el espectacular número de despedida de Ottavia en el barco (nada más sencillo que ponerla a ella en una silla, a tres remeros a cada lado y que la plataforma vaya avanzando lentamente) y la boda de Poppea e Nerone, vestidos él de novia y ella de novio cantando el denominado primer dúo de amor de la historia de la ópera, el “Pur ti miro”, sentados sobre dos negros en ropa interior (fetichista es un rato el Warlikowski), uno de ellos el que interpreta a Amor (simbólico un rato también). Otro momento magnífico es el canto de Poppea sobre el cadáver de Séneca en una camilla, que resulta casi erótico. Magnífica esa decisión de puesta en escena.
La orquestación de Philip Boesmans, llevada a cabo por el prestigioso Klangforum Wien y dirigida por el maestro Sylvain Cambreling, es una actualización de la música de Monteverdi (que por otro lado siempre hay que reinterpretar ya que lo que queda de la composición no está completo). Es una simplificación que le resta algo de potencia objetiva y espectacularidad pero que le otorga un carácter muy especial y sensual al ser el tratamiento de música de cámara actual.
En cuanto a los intérpretes, lo más llamativo, y menos corriente en la ópera, es su nivel interpretativo. La Poppea de Nadjia Michael es una de las más potentes interpretaciones vistas esta temporada (junto con la de Eva Maria Westbroek en Lady Macbeth de Mtsensk) y le dota de una humanidad al personaje que no le viene nada mal. Poppea no es sólo una mujer pérfida sino que tiene sentimientos. Charles Castronovo defiende a su Nerone bastante bien (mejor aquí que en el montaje de Pelléas et Melisande que protagonizó). La Ottavia de Maria Ricarda Wesseling es muy potente y cautiva en su primera aparición. Así como maravillosa y sutil es la primera aparición de William Towers como Ottone con su voz de castrati (aunque en otros momentos se quede corto y a saber si se escuchaba en las alturas del Real). El Séneca de Willard White es profundo y sólido. Muy efectivo/a la Arnalta de José Manuel Zapata. Y la Drusilla de Ekaterina Siurina se llevó al público de calle con un timbre preciosos y un el personaje más agradecido de la función.
También hay que destacar la labor de la figuración y bailarines, ataviados con una vestimenta filo-nazi y en ocasiones con unas máscaras con las que parecía bastante difícil respirar, recreando unas escenas que parecen sacadas de La caída de los dioses de Visconti. Todo por el arte.
Hace menos de un año pudimos ver en Madrid en Danza otro espectáculo basado ene sta ópera, en ese caso de danza: el Poppea/Poppea de la Gauthier Dance Company. Tal vez aquél fuera más redondo. Pero el caso es que finalmente, y a pesar de algunos fragmentos más difíciles, este Poppea e Nerone consigue su objetivo y se transforma en una reflexión sobre la decadencia de la sociedad (actual o pasada), y el peligro de las ansias del poder y erotismo extremo. Lo bueno es que acaba en alto y se perdona su irregularidad. Y deja momentos memorables, potentes y turbios para el recuerdo. Pur ti miro, Pur ti godo, pur ti stringo, pur t’annodo. Più non peno, più non moro…
FICHA TÉCNICO – ARTÍSTICA
Poppea e Nerone (L’incoronazione di Poppea)
de Claudio Monteverdi (1567-1643)
Dramma in musica en un prólogo y tres actos
Libreto de Giovanni Francesco Busenelli
Orquestación de Philippe Boesmans
Encargo y nueva producción del Teatro Real
Estreno mundial
Director musical Sylvain Cambreling
Director de escena Krzysztof Warlikowski
Escenógrafa y figurinista Malgorzata Szczesniak
Iluminadora Felice Ross
Coreógrafo Claude Bardouil
Creador videográfico Denis Guéguin
Dramaturgo Christian Longchamp
Reparto
Poppea Nadja Michael (12, 14, 16, 18, 19, 21, 22, 24, 26)
Sofia Soloviy (28, 30)
Nerone Charles Castronovo
Ottavia Maria Riccarda Wesseling
Ottone William Towers
Seneca Willard White
Continuo
Clave Eugène Michelangeli
Klangforum Wien
Colaborador especial para la producción Jonathan Littell
El prólogo teatral se basa en textos de Michel Foucault, Thomas Hobbes, Christopher Isherwood y Wittgenstein de Derek Jarman.
Duración aproximada:
Prólogo y Acto I: 1 hora y 55 min.
Pausa de 25 min.
Actos II y III: 1 hora y 40 min.