EN EL DESIERTO, de Chevi Muraday


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(Esta crítica ha sido publicada en la web de cultura Notodo.com con motivo del estreno de En el desierto, de Chevi Muraday, en el Matadero de Madrid. Para más información podéis hacer clic aquí y ver la reseña en la web de Notodo.)

EN EL DESIERTO. Transformación.
Crítica por Miguel Gabaldón

«Hace años, siglos, milenios (aunque podría ser ayer) fuimos reinas, fuimos reyes… Ahora en este mar de escombros sólo hay islas.» Humo y música. Palabra y movimiento. Emoción y belleza se unen en la última creación de losdedae. Después de Return y Cenizas, Chevi Muraday erige un monumento a la emoción con esta inmensa pieza de teatro-danza. Un hombre de negro lucha contra un oscuro muro que le persigue. Un ladrón desnudo corre en su desesperación. Una chica rapada ha perdido sus ropas y su sonrisa. Y en su defensa acude una hermosa y decidida mujer que huye con una maleta. Un quijotesco pianista arrastra su instrumento y se metamorfosea con él. Y una frágil chica acude con las notas de su música. Y un hombre vestido con una bata de cola lucha entre lo que es y lo que quieren que sea.

Esto son los siete personajes, las siete islas que vagan sin rumbo por este desierto que han creado Muraday y su compañía losdedae. No hay palabras para describir la belleza de un espectáculo que consigue trasladar al espectador a una especie de universo postapocalíptico con apenas unos elementos. La aparentemente sencilla escenografía es un prodigio estético y metafórico que sirve como perfecto complemento para la narración y los movimientos de los personajes, con unos módulos (esas islas) que van evolucionando, mutando, complementándose. Casi respirando y cobrando vida propia a lo largo del espectáculo. El estupendo vestuario apocalíptico potencia la extremada elegancia de los movimientos de los intérpretes y nos traslada también a ese polvoriento desierto que «desarma toda certeza». La magnífica iluminación sumerge al espectador en una atmósfera única a través de la cual los personajes danzan al ritmo de unas fantásticas, oníricas y hermosísimas composiciones musicales.

Este espectáculo es casi una ceremonia, vital y llena de poesía en movimiento. Un sueño, una búsqueda de la luz y la risa a través del desierto en la que imaginar una nueva sociedad llena de luciérnagas de belleza estremecedora. Y tiene lo que tiene una obra cuando es arte, que es transformadora. Y es que Muraday, responsable de la dirección artística y coreográfica, Guillem Clua, responsable de la dirección teatral, y toda la compañía y equipo levantan uno de los más hermosos y emocionantes espectáculos de los últimos años. Una auténtica catarsis.

Con un elenco en estado de gracia, intérpretes absolutamente entregados (más bien en trance) que trasmiten el dolor, la desesperación y la melancolía de manera estremecedora. Pero más todavía la alegría y la belleza cuando llega el momento. Ernesto Alterio sorprende en el papel de pianista y resulta perfecto para su personaje, rebosante de una bella locura. Ana Erdozain resulta hipnótica como esa chica en busca de su sonrisa. La sutileza y fragilidad de Sara Manzanos es sencillamente perfecta. Muraday es el mejor guía posible a través de este desértico periplo para compartir su agua con nosotros. David Picazo consigue una evolución magistral en su personaje. La siempre hermosa Maru Valdivielso aporta su innata elegancia a cada uno de los movimientos (y la emoción en cada palabra que dice). Y Alberto Velasco está espectacular enfundado en ese vestido de bata de cola. Todos y cada uno de ellos se mueven y tocan a sus compañeros con emoción y veneración, calman nuestra sed de belleza y hacen de este espectáculo una oda al ser humano. Crear una nueva sociedad de las ruinas y de la crisis de la anterior es posible. E inmensamente bello. En el desierto lo demuestra. Sumergíos en su arena y nadad en sus dunas, porque es un viaje absolutamente imprescindible. Saldréis transformados.

M.G.

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