CRÍTICA
Pavlosky es un ángel y un hada. Hombre y mujer a la vez. Dramático y cómico. Íntimo y excesivo. Y todo eso lo refleja en sus espectáculos.
AngelHada vuelve al Teatro Español después de que pasara ya por el mismo escenario agotando localidades el verano pasado. Y es que merece la pena ver a este artista argentino que cumple este año cincuenta años de profesión. AngelHada es un one-man-show (con perdón de la presencia de su sobrina Martina Burlet en el escenario) en el que Pavlosky aparece con su bata y tocado de fantasía y despliega sus encantos flirteando con el público desde el principio hasta el final de la obra. Ángel Pavlosky no quiere (o no puede) evitar seducir, arrastrar a su mundo de fantasía a los espectadores. La prueba está en que pasados unos momentos de comenzar el espectáculo ya tiene a todo el público en el bolsillo coreando respuestas a todas sus preguntas e incluso tarareando la melodía de alguna melancólica canción como el «Yesterday» de los Beatles. Y todo sin forzar. Porque hay que reconocer que es realmente molesto cuando alguien se empeña sin gracia y sin encanto en interactuar con el público, todo sea dicho. Pero en este caso Pavlovsky consigue que desde el primer momento te encuentres cómodo e incluso deseoso de esta interactuación constante que realiza el argentino.
Angelhada es básicamente un monólogo sobre la fantasía y la necesidad de esta fantasía para sobrevivir en el mundo en el que vivimos. Pavlosvky se convierte en nuestro hada madrina para entrar en este mundo y transformarnos en niños. Ayudan para esto en primer lugar la austeridad del escenario, en el que sólo aparece por un lado un taburete huérfano de piano que se desplaza por las tablas, y por el otro, el espacio en el que se mueve la sobrina del artista, una figura encantadora y mímica, vestida de cabaretera y con multitud de sencillos cachibaches a su alrededor con los que juega mientras su tío habla. Y en segundo lugar colabora a los propósitos del artista un diseño de iluminación excesivo que se ve potenciado por la utilización del humo que inunda todo el escenario (y dado lo reducido de la sala, todo el patio de butacas también). Esta iluminación, ténebre en algunas ocasiones, y cegadora en otras, llena de amarillos, fucsias y colores exagerados exacerban el carácter fantasioso del espectáculo y nos invita a penetrar en este mundo de fantasía.
Aunque este mundo también contiene sus dosis de acidez e ironía, que se entremezclan en un texto, como dice el propio Pavlosky «no aprendido por la actriz» (porque los ensayos le aburren). En él cabe todo desde historias sobre madres adoptadas o la explicación de los procesos para convertirse en hada hasta poesías hechas única y exclusivamente con la vocal «a» (su preferida).
Puede resultar excesivo para algunos. Desde luego. Pero sus fieles son incontables, y eso ya es una garantía. Y la experiencia le avala. Incluso aunque no quiera ensayar y traiga a los técnicos de cabeza (la verdad es que es normal que en algún momento el técnico de iluminación tenga algún pequeño «despiste») ya que Pavlovsky hace básicamente lo que quiere, que para eso además de «la actriz», es el director (y el guionista, productor y responsable del diseño de la escenografía, vestuario e iluminación, de paso).
Y lo más importante: en muchos consigue su propósito. Que nos dejemos llevar por la locura y que no nos olvidemos de ese niño que tenemos dentro que todavía sigue creyendo en las hadas. O en los ángeles que cambian de profesión.
FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
Dirección
Ángel Pavlovsky
Reparto
Ángel Pavlovsky
Con la colaboración de Martina Burlet
Fotografía y diseño de cartel Sergio Parra
Acuarela original Armando Guerisoli
Realización de atrezzo Xavier Erra
Texto, dramaturgia, espacio escénico, iluminación, vestuario, producción y direcciónÁNGEL PAVLOVSKY
TEATRO ESPAÑOL DE MADRID
Fecha de la representación a la que alude la crítica:
23/08/2011