EL FANTÁSTICO FRANCIS HARDY, CURANDERO, de Brian Friel, en la Guindalera.

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CRÍTICA

«¡El fantástico Francis Hardy, curandero! ¡Sólo por esta noche!«, reza un cartel en escena. El anuncio de una noche llena de recuerdos, lirismo, sacrificio, dolor, amor y creación. Protagonizada por tres personajes, su verdad, emociones y sentimientos. Y tres visiones sobre esa misma noche y un mismo hombre: El fantástico Francis Hardy, curandero (Faith Healer), la obra de Brian Friel que Juan Pastor vuelve a recuperar para ese refugio del arte que es la Guindalera. Y es un gusto, un verdadero placer, saborear el buen hacer, el mimo y la delicadeza con la que Pastor y su equipo tratan los textos.

Faith Healer es un tratado acerca de la creación, sobre los recuerdos y el sacrificio en sus múltiples aspectos. El texto del irlandés Brian Friel, en esta ocasión adaptado por Manuel Benito, no es fácil. Su sutileza y aristas complican una inmersión inmediata del espectador. No se puede catalogar como artefacto “de entretenimiento” este Francis Hardy. El montaje, estructurado en monólogos, tiene en la palabra su arma principal. El comienzo con el monólogo del curandero interpretado por Bruno Lastra no proporciona asideros, lo que provoca cierta desorientación. Sin embargo a partir de la aparición de Grace, la amante del anterior (interpretada por una espléndida María Pastor), el espectador se sumerge por completo en la historia de estos dolorosos personajes. Y es con el representante Teddy, interpretado por Felipe Andrés, cuando el público dispone de las herramientas necesarias para reinterpretar los hechos narrados. Porque es éste un espectáculo en el que el espectador se convierte en sujeto activo, en parte integrante de la narración ya él que debe reconstruir los hechos que le van narrando. Poco a poco se van elaborando imágenes, sucesos, emociones que se nos relatan al igual que en un cuento oral antiguo transmitido de generación en generación para que nosotros los imaginemos. Ahí está su mayor mérito y tal vez unos de sus peligros, ya que Pastor se ciñe a este texto, desnudando el espacio y renunciando a construir un escenario algo más elaborado que pudiera ayudar a un espectador perezoso a integrarse en la narración. Pero ahí está la valentía también y la apuesta de un montaje centrado en la palabra y en su poder evocador. Que además cuenta con tres interpretaciones espléndidas, en especial la de una intensa y dolorosa María Pastor, caminando permanentemente sobre la cuerda floja pero manteniendo el equilibrio emocional sin caer al vacío. Y la un Felipe Andrés que logra la complicidad del público con el personaje más cercano, tierno y cómicamente patético de los tres. La interpretación de Bruno Lastra, aunque perfecta en el registro embaucador de curandero, puede resultar por momentos demasiado luminosa para lo que se intuye en el fondo del personaje, su dolor y desorientación con respecto a su don. Porque El fantástico Francis Hardy es un ejercicio evocador sobre el poder de la creación artística, los sacrificios que conlleva y la dependencia del artista ante la casualidad del talento, como dice Juan Pastor. Un montaje íntimo y desnudo que ama el texto en el que se basa. Absolutamente recomendable para esos espectadores que no se conforman con que les den las cosas hechas. Para amantes de la orfebrería teatral. Y para todos aquellos que todavía confían en el poder curativo del arte.

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

REPARTO

Frank: Bruno Lastra
Grace: María Pastor
Teddy: Felipe Andrés

Traducción: Manuel Benito
Producción y ambientación: Teresa Valentín-Gamazo
Iluminación y Espacio escénico: Juan Pastor
Dirección: Juan Pastor

PÁGINA WEB: www.teatroguindalera.com

¡AY, CARMELA!, el musical dirigido por Andrés Lima. Bombas y varietés

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Reseña publicada originalmente en la web de cultura NOTODO.COM, que se puede encontrar en este enlace.

¡Ay, Carmela! se convierte en musical de la mano de Andrés Lima en el Teatro Reina Victoria

Vamos a ver una historia de hace tiempo… La historia de una mujer que se llamaba Carmela…” canta Marta Ribera, la maestra de ceremonias de este ¡Ay, Carmela! reconvertido en musical que se acaba de estrenar en el Teatro Reina Victoria de Madrid. El texto dramático de Sanchís Sinisterra (que dio lugar a una de las películas más exitosas del cine español de la mano de Carlos Saura) se entona de la mano del productor Andrés Vicente Gómez (productor también de aquella versión cinematográfica, y que parece que le está cogiendo el gustillo a esto del musical después de El último jinete) y del siempre interesante director, miembro de Animalario, Andrés Lima.

«Otra historia sobre la Guerra Civil…», seguro que estáis pensando muchos. Bueno, pues sí. Aunque no es otra historia, ya que sigue siendo la misma, de sobra conocida en sus diferentes versiones: Carmela y Paulino, variedades a lo fino, pasean su espectáculo por los pueblos españoles durante la época de la Guerra Civil. Hasta que se meten en un pueblo ocupado por los nacionales en el que tendrán problemas. Todo se estructura en flashbacks desde un presente en el cual el fantasma de una Carmela ya muerta se le aparece a Paulino, borracho y melancólico. Pero hay que decirlo: se merece que los reacios le den una oportunidad. Aunque si se odia a muerte el musical o las historias sobre la susodicha guerra (y si se aborrecen ambos, ni te cuento), mejor no os acerquéis, claro. No se trata de un musical de gran formato, con cienes y cienes de figurantes y bailarines. Casi se podría hablar de un musical íntimo (cuatro músicos y tres protagonistas) en el que se entremezclan las variedades, el folclore, el cabaret y la Guerra Civil. Ya de por sí, es curiosa la propuesta. En cuanto a la estética, la escenografía es relativamente sencilla pero práctica, jugando con telones pintados. Lima consigue además utilizar diferentes espacios del teatro, sumergiendo al espectador en la acción. Y el rollo cabaretero que aparece de cuando en cuando funciona muy bien. Hay algunas proyecciones de imágenes de archivo efectivas. Y es de recibo otorgar un sobresaliente al diseño de iluminación, que es una auténtica maravilla en el juego con los claroscuros. En cuanto a las canciones, se alternan los temas propios de la obra y la época (como ese ¡Ay, Carmela! que cada vez que suena pone los pelos de punta, Yo te diré o el intenso y famosérrimo Suspiros de España) con temas originales compuestos para el musical por Víctor Manuel, Vanesa Martín o Pedro Guerra (hermoso es su Arroró para un miliciano). Los arreglos y composición de Joan Valent logran una intensidad y emoción bastante tremebundas, la verdad. Y gracias a estos elementos, el texto y la magnífica labor de sus actores, ¡Ay, Carmela! consigue metérsete dentro aunque tengas tus reservas, haciéndote un nudo marinero en la garganta de esos que no te dejan hablar en media hora. Y es que si hablamos de los intérpretes, realizan un trabajo tremendo. Inma Cuesta en el papel de Carmela aprueba con nota. Resulta picarona, adorable, emocionante (llora como una magdalena, la pobre) y canta como los ángeles, que dirían las abuelas. Javier Gutiérrez, que por cierto no canta (ni falta que hace), demuestra una vez más que es un actor como la copa de un pino (ese momento declamando el poema de Urrutia es de una intensidad brutal). Y la tercera en discordia, Marta Ribera, desdoblada en el papel de maestra de ceremonias (que podría haber salido de un musical de Bob Fosse) y del ayudante Gustavete, está absolutamente espectacular, metiéndose al público en el bolsillo desde que asoma su hermosísima pierna por delante de ese telón rojo como la sangre. Los tres o cuatro personajes secundarios que hay aparte de los protagonistas son interpretados con fuerza y potencia, pero tal vez están demasiado caricaturizados. Esto es interesante de cara a una propuesta diferenciadora del espectáculo que le aporta un tono farsesco, pero también es verdad que puede resultar incluso algo burdo.

Los números musicales funcionan a la perfección (aunque alguno pueda resultar incluso un poco demasiadointenso) pero a los momentos de acción dramática tal cual (sin acompañamiento musical, me refiero) les falta algo de fuelle. En especial en la segunda parte, resultando algo desigual el conjunto. Aunque hay que tener en cuenta que el montaje acaba de ser estrenado. Y sin duda con un poco más de rodaje pillará ritmo y consistencia.

Algunos lo podrían tachar de ligeramente sentimental, efectivamente, pero lo que no se puede negar es que este ¡Ay Carmela! en versión musical acaba siendo un espectáculo muy potente que consigue su objetivo con creces: emocionar. Y demuestra que se pueden hacer musicales en nuestra querida España (esta España mía, esta España nuestra, como diría Cecilia) sin necesidad de acudir a las franquicias de Broadway. En definitiva, un ¡Ay, Carmela! diferente. Que pone de nuevo sobre las tablas un símbolo de lucha, honestidad y compasión (más allá las ideologías). Y consigue provocar una emoción que te acompaña después, durante un buen trecho, resistiéndose a desaparecer. Como el fantasma de su protagonista . 
”El furor de los traidores, lo descarga su aviación, 
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela! 
lo descarga su aviación, 
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela! 
Pero nada pueden bombas.
Pero nada pueden bombas, 
 donde sobra corazón, 
¡Ay Carmela! ¡Ay Carmela…!

¡Ay, Carmela!
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Nombre del montaje: ¡Ay, Carmela!

Disciplina: Teatro musical

Director: Andrés Lima

Autor: José Sanchís Sinisterra

Adaptaci�n: José Luis García Sánchez

Reparto: Inma Cuesta, Javier Gutiérrez, Marta Ribera, Javier Navales, Álvaro Morte, Pablo Raya, Javier Enguix

Productor: ANDRÉS VICENTE GÓMEZ
Coproductor: JOSEP M. FONTSERÉ
Productor asociado: MARCO GÓMEZ VUOLASMA
Música y arreglos: JOAN VALENT
Canciones: VÍCTOR MANUEL, VANESA MARTÍN, PEDRO GUERRA y las canciones populares de la época
Director musical: JULIO AWAD
Escenografía y vestuario: BEATRIZ SAN JUAN
Iluminación y proyecciones: VALENTÍN ÁLVAREZ
Movimiento escénico: TERESA NIETO
Caracterización y maquillaje: SARA ÁLVAREZ
Diseño de sonido: FRAN GUDE
Efectos de sonido: JAVIER ALMELA

D�nde: Teatro Reina Victoria

Direcci�n: Carrera de San Jerónimo, 24. Madrid

Hasta: Junio

Horario: Miércoles y jueves a las 20h. Viernes y sábados a las 18h y 21.30h. Domingos a las 20h.

Precio: De 24 a 32€

Venta de entradas: www.entradas.com

 

LOS ILUMINADOS, de Derek Ahonen. Idealismo salvaje

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Para leer la crítica sobre el espectáculo Los iluminados que se representa en el Teatro Español de Madrid, remito a mi reseña publicada en la web de cultura NOTODO.COM, que se puede encontrar en este enlace.

Los iluminado de Derek Ahonen ocupan la Sala Pequeña del Teatro Español

«Está cayendo a cuchillo ahí fuera«, repiten en varias ocasiones los protagonistas de Los Iluminados, la obra del americano Derek Ahonen que se acaba de estrenar en la Sala Pequeña del Teatro Español. Una expresión que puede servir tanto para referirse a un calor sofocante como a una situación social insostenible. La obra Los Iluminados (The Pied Pipers of the Lower East Side) fue escrita en 2008, adelantándose a los tiempos difíciles en los que nos encontramos ahora. Los protagonistas son cuatro idealistas, dos hombres y dos mujeres, una tribu, una familia (como a ellos les gusta llamarse), que practica “el sexo como acto grupal y familiar” y profesan el amor como leit motiv de sus vidas. Regentan un restaurante vegano en la planta baja del edificio en el que habitan. Un negocio que no da beneficios, en una inmueble que no están pagando. Situación que pueden mantener, paradójicamente, gracias a que un millonario les costea todo. Los iluminados nos sumerge en un mundo contemporáneo afianzado en un modelo erróneo, con unos personajes atrapados en contradicción constante. Estos anarquistas, con su oposición al liberalismo salvaje, están atados de pies y manos por las mismas cuerdas que cortan la circulación al resto de la sociedad.

Julián Fuentes Reta, a cargo de la dirección, consigue un espectáculo dinámico, fresco, caótico y delirante, con mención especial para un desordenado y rico escenario poblado de botellas, una efectiva iluminación y una selección musical francamente interesante que va desde Sixto Rodríguez (protagonista del documental del año, Searching for Sugar Man) hasta Leonard Cohen. La forma de vida de estos personajes está transmitida a la perfección por unos actores de empatía extrema que les insuflan tremenda humanidad. Los besos, las caricias, los abrazos que se profesan recorren de manera natural y maravillosa el escenario en un trabajo que podría caer en un peligroso abismo pero que es uno de los mayores logros de esta puesta en escena. Llaman la atención unos desnudos integrales que, en estos tiempos en los que ver unos genitales cualesquiera puede resultar hasta cansino (muchos son los vanos intentos de provocación gratuita que hay por ahí), se integran con una naturalidad pasmosa gracias a la labor de estos intérpretes. Los personajes son contradictorios y reconocibles: Amor(Mónica Dorta), que se erige en algo así como la “madre” de todos, una treinteañera que no para de pontificar y aún así resulta tremendamente cercana; David (Jorge Muriel), el revolucionario gracioso, con el alcohol y las drogas como modus vivendi; Amanecer (Marina Cruz), la perroflauta cuasiadolescente que canta y toca el djiembé en las calles; y Velarde (Pedro Ángel Roca), un niño grande hiperactivo, aterrorizado por la muerte hasta el paroxismo. También está el hermano de David, Juan (Mariano Estudillo), que se integra durante unos días en esta peculiar familia, y que llega a la ciudad en plan gilipollas pero acaba siendo tal vez el más lógico. Y Joaquín (Javier Albalá), el mecenas millonario, que aparecerá con una noticia que les desestabilizará por completo. Este personaje provoca tal rechazo y resulta tan imbécil (además de que a Albalá se le va un poquitín de las manos) que incluso te gustaría que permaneciera bastante menos en escena, la verdad… El caso es que mientras el primer acto es casi comedia pura y dura, fresca y dinámica (aunque ya con un poso de reflexión importante) el segundo acto se convierte en algo diferente, deslizándose por caminos sorprendentes, metafóricos y hasta poéticos. En definitiva, un espectáculo completamente recomendable (y que no os asuste la duración, que son más de dos horas y media), de lo más interesante que se puede ver ahora mismo en cartelera. Como dicen sus creadores, Los iluminados es un ataque al idealismo, y también es una defensa del mismo, es una patada en el estómago y una palmada de ánimo. Un espectáculo original y especial, que no dejará indiferente a nadie. Un rayo de luz (aunque toda luz conlleva una parte de negrura y absurdo) en estos tiempos oscuros.

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Nombre del montaje: Los iluminados

Disciplina: teatro contemporáneo

Director: Julián Fuentes Reta

Autor: Derek Ahonen

Adaptaci�n: Jorge Muriel y Julián Fuentes Reta

Reparto: Jorge Muriel, Mónica Dorta, Pedro Ángel Roca, Mariano Estudillo, Marina Cruz, Javier Albalá

Ayudante de dirección: Pilar Gómez
Diseño de iluminación: Jesús Almendro
Diseño de sonido: Iñaki Rubio
Movimiento escénico: Ana Eva Cruellas
Entrenamiento actoral: Consuelo Trujillo
Una producción del Teatro Español

D�nde: Teatro Español. Sala Pequeña

Direcci�n: Príncipe, 25, Madrid

Hasta: 12.05

Horario: De martes a sábados a las 20.30h. Domingos 19.30h.

Precio: Martes, miércoles y jueves 25 % descuento. Viernes, sábado y domingos 18 €

Venta de entradas: www.telentrada.com

LIFTING, de Félix Sabroso y Dunia Ayaso. Qué me pasa, doctor

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Para leer la crítica sobre el espectáculo Lifting que se representa en el Teatro Infanta Isabel de Madrid, remito a mi reseña publicada en la web de cultura NOTODO.COM, que se puede encontrar en este enlace.

Cuatro actrices se hacen un Lifting con Félix Sabroso y Dunia Ayaso en el Infanta Isabel

Aumento de pecho, liposucción, inyección de bótox, rinoplastia, rejuvenecimiento de vagina… Y un Lifting, el título de lo último de Félix Sabroso y Dunia Ayaso es todo lo que se puede ver en el Teatro Infanta Isabel de Madrid. La pareja artística, responsables de monumentos petardos como Perdona Bonita, pero Lucas me quería a mí en cine, o La gran depresión sobre las tablas (aparte de una película tan interesante y seria como La isla interior, que pasó injustamente desapercibida por las pantallas) ponen sus mentes calenturientas en esta ocasión al servicio del rico y desconcertante mundo de las operaciones de cirugía estética. Lifting es un conjunto de 17 sketches que abordan desde una óptica esperpéntica, surrealista o delirante, dependiendo del caso (pero siempre abiertamente cómica), las operaciones de cirugía plástica. El espectáculo funciona bastante bien (aunque haya un ligero problemilla de ritmo en cuanto a las transiciones que seguramente podían enganzarse mejor) y, sin ser una obra maestra, es resultón y divertido. Porque de vez en cuando nos merecemos reírnos y ya, sin comeduras de cabeza. Cuatro sillas, el vestuario de David Delfín (unos vestidos confeccionados con vendajes, en los que las protagonistas se embuten asemejándose a momias) y poco más son los elementos que utilizan Félix Sabroso y Dunia Ayaso para su puesta en escena. Eso y cuatro actrices que demuestran con creces su solvencia en este tipo de operaciones.

Unas actrices que cortan y recortan sus textos para hacer reír a los espectadores de forma efectiva durante buena parte de la función. Elisa Matilla (además de que está espléndida, la jodía) defiende muy bien sus intervenciones, certeras y elegantes como escisiones de bisturí. Pepa Rus (la famosérrima Macu de la serie Aída) tiene una gracia que no puede con ella, y sus parlamentos levantan los ánimos como los implantes levantan glúteos y pechos a diestro y siniestro. Josele Román es tan mítica como…no sé, como una rinoplastia. Y ya está. La genial y simpática actriz de peliculones typical spanish setenteros tiene un registro propio y mucho arte. Con el extra de que hay algún guiño que hace más entrañable todo (cae por ahí algún «hija de puta internacional«, título de aquella canción de McNamara interpretada por Josele Román, que vale para todo la mujer). Y last but not least,la cuarta en discordia (o concordia): Miren Ibanguren. Que podría decirse es equiparable a… un brutal tratamiento completo con el que no te reconocería ni tu madre. Y es que es alucinante la vis cómica de Ibanguren. Podría llegar a afirmar, sin riesgo a columpiarme, que es una de las mejores actrices cómicas (si no la mejor) que hay ahora mismo en España. De una variedad de registros tremebunda. Una payasa (en el buen sentido de la palabra) de tomo y lomo, vaya. No hay más que ver sus personajes de la azafata de avión cachondona o la miss que enseña cómo contestar apropiandamente a las preguntas de los jurados de los concursos de belleza… O el que tal vez es el mejor sketch de todos: el de la artista-performer conceptual. Un texto éste desopilante y surrealista en el que la protagonista decide que va a convertir su cuerpo en una obra de arte-denuncia: se va a poner un pómulo sí y un pómulo no (para reflejar las desigualdades sociales), cuatro pechos (como imagen del feminismo y cómo la sociedad se aprovecha y mama de la mujer), una prótesis de silicona en el paladar (denuncia contra la libertad de expresión), etc etc… “¿Pero luego te vas a vender entonces a un hombre?”, le preguntan indignadas. “Como mujer… ¡jamás! ¡¡Pero como obra de arte… por supuesto!!” Sin palabras. Pero vamos, que el número de “Tía, te has comido a Mariló”, una reflexión sobre el canibalismo, tampoco tiene desperdicio… El caso es que detrás de todo esto también hay su puntito (o puntazo) de crítica, y se esconde el absurdo de nuestra contemporaneidad, el eterno miedo a envejecer, los juegos de apariencias, envidias y la falsedad de esta sociedad que promueve unas imágenes de seres perfectos… y luego pasa lo que pasa: que “por más que me hago no me hallo”, como dice el definitorio subtítulo de este montaje. Vamos, que Lifting es uno de esos espectáculos muy aconsejables para pasar un rato divertido y reírse a gusto. Aunque cuidado, porque dicen por ahí que luego te salen arrugas de expresión y os veo a tod@s corriendo al quirófano…

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Nombre del montaje: Lifting

Disciplina: teatro contemporáneo

Director: Félix Sabroso y Dunia Ayaso

Autor: Félix Sabroso y Dunia Ayaso

Reparto: Miren Ibanguren, Elisa Matilla, Josele Roman, Pepa Rus

Producción general: Patricio Binaghi y Mariano Piñeiro
Productor asociado: Juan Ferrín
Vestuario: David Delfín
Asistencia de dirección: Rosa Alfageme
Diseño de iluminación y sonido: Maxi Gilbert
Música: Skeamo
Movimiento escénico: Claudia Sanger

D�nde: Teatro Infanta Isabel

Direcci�n: Barquillo, 24. Madrid

Hasta: Agosto

Horario: Miércoles, jueves y viernes 20:30h. Sábados 19h y 21:30h. Domingos 19h.

Precio: De 16 a 25€

Venta de entradas: www.entradas.com

EL GRAN TEATRO DEL MUNDO, dirigido por Carlos Saura

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Para leer la crítica sobre el espectáculo El gran teatro del mundo, de Carlos Saura, que se representa en el Matadero de Madrid, remito a mi reseña publicada en la web de cultura NOTODO.COM, que se puede encontrar en este enlace.

Carlos Saura dirige su Gran teatro del mundo, en el Matadero

Vengan a ver vuesas mercedes El Gran teatro del mundo, de Don Pedro Calderón de la Barca”, anuncia un pregonero delante del telón antes de empezar la función. Eso sí, avisando ya de que la versión es algo libre y que se les ha de perdonar su osadía y posibles fallos. Y esto es la versión de El gran teatro del mundo (su nombre para ser más exactos es Una propuesta sobre El gran teatro del mundo, lo que ya da pistas), del octogenario director Carlos Saura, que se enfrenta por primera vez a una obra de teatro (después de haber dirigido películas, óperas y un poco de todo) con este auto sacramental. Saura ha realizado una versión libre e irrespetuosa (según él mismo) del auto calderoniano. Y el resultado es un entretenimiento fresco y ligero sobre un texto seminal de nuestra literatura. Que a algunos les parecerá un sacrilegio que reduce el intocable texto de Calderón a una representación casi de instituto. Y a otros (como a mí) una diversión, tremendamente entretenida, casi efervescente. Que sorprende viniendo de un hombre ya talludito y que podría ser más propia de un chaval. Sauradespoja de solemnidad los versos, criticando incluso su enrevesada dificultad, pero manteniendo aún así la belleza intacta de algunos fragmentos. El aragonés convierte el auto de Calderón en un ensayo de la obra dirigido por el escritor en persona (interpretado por José Luis García Pérez), una mezcla entre pasado y presente, lenguaje barroco y actual, con unos actores que se le rebelan porque no están de acuerdo con el reparto de los personajes, sencillamente no pueden con los complicados versos o no entienden que el director no les de información suficiente sobre su personaje: el rico, el pobre, el rey, el labrador, la hermosura, la discreción… Como la Mercedes Sosa del Todo cambia que suena al comienzo y al final de la obra, Saura no está de acuerdo con que las cosas sean inmutables, y que cada uno deba conformarse con el papel que le toca vivir. El director de Ana y los lobos ya había utilizado este recurso del ensayo en varias de sus experiencias anteriores, y en teatro tenemos reciente en la memoria esa fantástica versión de La tempestad de Sergio Peris-Mencheta. Aunque en esta ocasión Saura se pase por el forro algo más lo que es el texto calderoniano que en su momento hizo Peris-Mencheta con el de Shakespeare.

Los actores se desdoblan en sus personajes y los intérpretes, variando de registro, pasando de unas interpretaciones grandilocuentes, excesivas o emotivas (dependiendo del momento) a un registro más cómico y natural. Un reparto lleno de caras conocidas (Fele Martínez, Eulalia Ramón, Adriana Ugarte, Ruth Gabriel, Manuel Morón…) que se desenvuelven muy bien y sacan el lado cómico de la propuesta sin problema. Porque Saura busca la risa muy a menudo en este montaje. Y la consigue en numerosas ocasiones. Llegando a momentos de delirio y buenrollismo extremo y absolutamente desconcertante, como cuando el escenario se transforma en un remedo de discoteca con luces estroboscópicas, mientras suena a toda pastilla ese hit tan sonado, resonado y machacón que fue el Dragostea Dintei, con los actores bailando como si les hubiera invadido el espíritu de Chimo Bayo… Muy fuerte. Cierto es que algunos elementos son un poco obvios, como ese vestuario de el autor con constelaciones y el del mundo con un mapamundi como toga… (aunque la verdad es que tiene su punto, todo sea dicho), o unas proyecciones que sobran un poco. Pero si uno va con la mente abierta y sin prejuicios, llegará a disfrutar bastante con este montaje. Y además es un acercamiento actual a un texto, que por muy fundamental que sea en nuestra historia, pues es tremendamente arduo y complicado, joder. Esa es la pura verdad. Y la propuesta de Saura consigue hacerlo próximo, divirtiendo y recordándonos que, como tantas veces dicen en la obra, “En este teatro del mundo, toda vida humana representación es”.

 

 

Nombre del montaje: El gran teatro del mundo

Disciplina: Teatro clásico

Director: Carlos Saura

Autor: Calderón de la Barca

Adaptaci�n: Carlos Saura

Reparto: Antonio Gil, José Luis G. Pérez, Fele Martínez, Manuel Morón, Emilio Buale, Adriana Ugarte, Raúl Fernández de Pablo, Eulàlia Ramon, Ruth Gabriel, Hector Tomas, Tacuara Jawa

Iluminación: Paco Belda
Espacio escénico y vestuario: Carlos Saura
Video escena: Tresmonstruos
Animación digital: Manuel y Adrián Saura
Efectos sonoros: Ignacio Hita
Una producción del Teatro Español

D�nde: Naves del Español, Sala Uno. Matadero

Direcci�n: Paseo de la Chopera, 14. Madrid

Hasta: 05.05

Horario: De martes a sábados a las 20h. Domingos a las 19h.

Precio: Martes, miércoles y jueves: 16,50 € Viernes, sábado y domingos 22 €

Venta de entradas: www.telentrada.com

TRES ESPALDAS, de Haridian Nube. Un viaje con las musas.

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Tres mujeres. Tres artistas que buscan su lugar en el mundo. Tres espaldas, imágenes perdurables de arte, poesía y dolor. Tres espaldas (y una mujer que avanza por amor al arte), es el título del espectáculo de Haridian Nube que se pudo ver en la Sala Triángulo de Madrid en la última edición de La Alternativa.

Tres mujeres, tres iconos de la modernidad (de las que nunca se dice el nombre), se erigen en la columna vertebral del espectáculo: Gala (la musa de Dalí), Kiki de Montparnasse (la musa de Man Ray y otros muchos artistas del París bohemio) y Frida Kahlo (la musa para su propio arte). La actriz y directora del espectáculo, Haridian Nube, se transforma en todas ellas y en un clownesco Dalí para guiarnos a través de un espectáculo tremendamente elegante, sencillo en su puesta en escena pero rico en imágenes y sensaciones, en el que estas mujeres se nos confiesan. Con conceptos que se repiten como leit motiv: la máscara que lleva la protagonista y que descubre sucesivamente a sus personajes. O esas espaldas. Pintada la de Gala. Fotografiada la de Kiki. Rota la de Frida Kahlo. Un espectáculo de imágenes tremendamente sensuales y sugerentes, que nos envuelven en este recorrido vital, en el que la mujer, la artista, busca su lugar en el mundo y finalmente consigue quitarse su máscara encontrándolo por fin. Cobra todo el sentido así el dejar a Frida Kahlo la última de las tres, como compendio evolutivo de las anteriores, ya que logró convertir su dolor (esa espalda quebrada en un accidente cuando era niña) para sacar todo lo que llevaba dentro y plasmarlo en sus pinturas. Haridian Nube recurre a unos pocos elementos de atrezzo, algún que otro cambio de acento y caracterización para cada uno de los personajes de este espectáculo unipersonal que consigue su objetivo, transmitiendo de forma muy delicada sus ideas y sensaciones. Unos cuadros evocadores y paisajes íntimos y artísticos. Un homenaje a tres mujeres que ofrecieron sus espaldas al arte pero a la vez siempre lo miraron de frente.


MARINA, en el Teatro de la Zarzuela

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Para leer la crítica sobre el espectáculo Marina que se representa en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, remito a mi reseña publicada en la web de cultura NOTODO.COM, que se puede encontrar en este enlace.

Nos volvemos líricos con Marina, en el madrileño Teatro de la Zarzuela

Nos vamos por lo lírico, sí señor. Y es que no sólo de indie y teatro alternativo vive el hombre. Por eso hemos decidido acercarnos al nuevo espectáculo del castizo Teatro de la Zarzuela para ver qué se cuece por aquellos clásicos lares. Y lo que nos hemos encontrado es la ópera en tres actos Marina, de Miguel Ramos Carrión, adaptación de una zarzuela de Francisco Camprodón, con música de Emilio Arrieta. Un monumento de la lírica patria que se estrenó en 1871. Ya ha llovido desde entonces. Antes que nada hay que avisar de un detalle: la historia es más simple que el mecanismo de un lápiz. Que conste que la propia protagonista ha comentado en alguna entrevista que el personaje puede llegar a ser plano… Y es que es una tontunada que hace que Colega donde está mi coche parezca una película de Bergman. La protagonista, Marina, lleva enamorada de su amigo de infancia Jorge toda la vida (y él de ella), pero ninguno de los dos se han confesado sus recíprocos sentimientos. Pascual, otro varón habitante del pueblo, propone matrimonio a Marina. Y a esta buena mujer, en vez de darle puerta directamente, se le ocurre la brillante idea de que le pida su mano a Jorge… Todo con idea de que el susodicho Jorge se niegue en redondo claro. Pero, oh sorpresa, Jorge acepta entregar a su amada, traumatizado el pobre porque se cree que Marina realmente está enamorada de Pascual. Vamos, que la chiquilla la lía parda de forma absurda. Y claro, partiendo de esta base, pues es bastante difícil sentir algún tipo de identificación con el personaje. Pero, y aquí está lo bueno, este dislate permite enfocar toda la ópera desde un prisma irónico y distanciador, excusa perfecta para chotearse de los infantiles comportamientos de los protagonistas y observar un ratito la necedad del género humano.

Pero, olvidándonos del argumento y si nos centramos en las voces (aunque sin poder analizarlo como podría un experto), el espectáculo es bastante imponente, con tres elencos que se alternan. En la fecha de la función que nos ocupa, Mariola Cantarero interpretaba a la protagonista, ejecutando unas florituras que resultan francamente impresionantes (de esas para dejar la boca abierta y hacer estallar vajillas enteras, vamos). Celso Albelo (tenor) como Jorge y Simón Orfila (bajo/barítono) como Pascual son los dos pretendientes. Pero sobre todos destaca el espectacular barítono Juan Jesús Rodríguez en el personaje de Roque, contramaestre y amigo de Jorge. Un misógino de tomo y lomo, cuyo único afán es embestir contra el género femenino. Sus intervenciones, como por ejemplo cuando lanza un tremendo “y desde aquel entonces (refiriéndose a la creación de la mujer) el hombre tiene una costilla menos y un enemigo más” (sic), no tienen precio.

La dirección musical corre a cargo de Cristobal Soler. Y si a uno le atrae el bel canto zarzuelesco (si no, apaga y vámonos) Marina posee unas composiciones llamativas y muy pero que muy resultonas. Lástima que la historia no sea ligeramente más… creíble, por lo menos. La dirección escénica de Ignacio García, por su parte, fomenta el carácter trabajador de ese pueblo de pescadores. Es bastante realista aunque tampoco excesivamente interesante. Y en algún momento puede resultar monótona, aunque posea bellas imágenes nocturnas y consiga cierta atmósfera. El vestuario, eso sí, es curioso, basado en trajes de época con degradación de colores, que resulta algo hippiesco pero funciona. Es un espectáculo que se puede hacer cuesta arriba para muchos, pero sin duda es un montaje más que correcto en su línea clásica. Y además ofrece la posibilidad de escuchar un mítico brindis, la pieza más famosa de esta ópera, que muchos que conozco podrían adoptar como himno vital…: “De este sabroso jugo la blanca espuma aleja de las penas la negra bruma; si Dios hubiera hecho de vino el mar yo me volviera pato para nadar, para nadar. Esta es la fija, bebamos más, esta es la fija, bebamos más, que ante vino tan sabroso mi gaznate es un brocal. A beber, a beber, y a ahogar, el grito del dolor, que el vino hará olvidar las penas del amor…”

Marina

http://youtu.be/sfX9MdS5fPM