CRÍTICA
(NUEVA YORK, Harvey Theater BAM)
Poder ver a Geoffrey Rush, actor ganador de un Oscar y un Tony, en una obra como ésta, es un auténtico regalo. El relato de Nicolai Gogol se transforma con Rush en una exhibición de capacidades interpretativas sin duda digna de verse.
Adaptada por David Holman y dirigida por Neil Armfield, «Diary of a madman» fue estrenada por el este mismo equipo por primera vez en Australia en 1989, rescatándola y el año pasado en Sidney, y recalando éste en el BAM de Nueva York. Lo primero que hay que decir es que ya sólo poder acudir al Harvey Theater del BAM (Brooklyn Academy of Music) de Nueva York, merece la pena. Es ésta una institución cultural reconocida internacionalmente y que desde siempre ha apostado por demostraciones culturales nuevas y artistas que no tenían cabida en otros escenarios de Nueva York. La programación teatral del BAM (así como sus exposiciones, conciertos y ciclos de cine) son un referente dentro de la vida cultural neoyorquina. Y en particular una de sus sedes, el Harvey Theater, es un local magnífico y tremendamente evocador que recuerda a una decadente sala de teatro en obras, con andamios al aire y paredes desconchadas, con gente sentada en el mismo suelo del escenario en las primeras filas y sillas de bronce tipo taburete antiguo en el gallinero. Un look que choca al principio pero que atrapa inmediatamente y te hace saber que estás en un sitio diferente.
Gogol habla en su texto sobre un hombre llamado Poprischkin, un funcionario ruso en el San Petersburgo del s.XIX con delirios (algunos de grandeza, y otros delirios a secas). La alienación que vive en su día a día le arrastra lentamente al abismo de la locura, hasta el punto de estar convencido de presenciar el intercambio de correspondencia entre dos perros o creerse el heredero al trono de España. En su viaje hacia la locura le acompaña su sirvienta finesa Touvi (una tierna Yael Stone, que también interpreta a la hija del jefe, de la que Poprishkin está secretamente enamorado, y a otra interna del manicomio en el que acaba el protagonista). En el original estos personajes por lo visto no aparecen directamente en la historia, o se nombran muy tangencialmente, pero Armfield ha decidido introducirlos aquí tal vez para humanizar más el personaje protagonista. Cierto es que tal vez no hacían falta estas intervenciones, pero aportan un punto de dulzura (sobre todo las de la sirvienta, personaje que defiende en todo momento al loco) que en el momento de la despedida del protagonista se transforma en verdadera emoción.
El escenario, una buhardilla con un tragaluz, se convierte en un escenario único que se transformará después en el manicomio. Sencillo, colorido en cierto modo (esas paredes rojas) pero decadente, asfixiante también, se ve completado con algunos pocos y desvencijados elementos más: una cama de metal, una mesa y una silla, algunas pilas de periódicos antiguos y algunos cubos desperdigados por la habitación con el objeto de recoger el agua proveniente de las goteras del techo del escenario.
Hay un elemento muy de moda ahora también que es el tema de los músicos en escena (en este caso en uno de los palcos). Un elemento que siempre aporta un valor añadido y que además en este caso sirve para en múltiples ocasiones crear un efecto de «mickey-mousing», acompañando con diferentes sonidos movimientos del personaje protagonista.
Hay que destacar también sin duda alguna la iluminación, un trabajo portentoso de Mark Shelton. Un diseño de luces que utiliza llamativos colores y focos directos (que en algunos momentos podría tener reminiscencias hasta en cierto modo circenses), que demanda además una precisión importante, tanto para aquél técnico manejándolas como para el propio actor en escena, que milagrosamente aparece en la marca exacta para que funcione el cambio de iluminación (parece fácil pero no lo es en absoluto). Otro punto para remarcar el tremendo trabajo y la profesionalidad de un actor como Geoffrey Rush.
Porque sin duda es él el centro y reclamo de esta adaptación. Y la verdad es que merece la pena asistir aunque sólo fuera para verle. Simplemente el hecho de permanecer durante dos horas en escena (realmente se podría hablar de un «one-man-show») y sin que la atención del público decaiga en ningún momento, ya es digno de alabanza.Es cierto que tal vez está enfocado a una interpretación muy física y llamativa, que en cierto modo dificulta poder introducirnos realmente en la mente y la lucha interior brutal de este loco merecedor de compasión que es Poprischkin. Pero aún así creo que la obra sigue funcionando, y detrás de la risa se deja ver la tristeza y la desesperación. Porque la verdad es que uno se ríe, y mucho, con la actuación de Rush. Realmente se disfruta como viendo la actuación del mejor «clown» de circo.Aparte de que la modulación de su voz es fantástica, su trabajo corporal es sencillamente increíble. Digno de un personaje de los más desatados dibujos animados. Sencillamente impresionante. Y no está al alcance de cualquiera. Tal vez los mejores momentos de esta risa desatada que provoca se encuadran dentro de los momentos en los que narra la correspondencia entre los dos perros. Ahí es cuando se nos confirma la locura del personaje (y se reafirma cuando empieza a decir fechas imposibles como encabezados de las cartas, momento realmente fantástico). Aunque la risa se atraganta en la última parte de la obra cuando llevan a Poprishkin al manicomio.
Poprischkin acabó mal, muy mal. Aunque él en su locura no se diera cuenta, el público es perfectamente consciente. Al igual que hay otra cosa de la que el público es consciente también: que la de Geoffrey Rush en este «Diary of a madman» es una actuación para recordar durante mucho, mucho tiempo.
FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
DIARY OF A MADMAN
By Nicolai Gogol, adapted by David Holman with Neil Armfield and Geoffrey Rush; directed by Mr. Armfield; sets by Catherine Martin; costumes by Tess Schofield; lighting by Mark Shelton; sound by Paul Charlier; music by Alan John (after Mussorgsky); stage manager, Mark Lowrey; American stage manager, R. Michael Blanco. A Belvoir production, presented by the Brooklyn Academy of Music, Karen Brooks Hopkins, president. At the Harvey Theater, 651 Fulton Street, Fort Greene, Brooklyn; (718) 636-4100, bam.org. Through March 12. Running time: 2 hours 10 minutes.
WITH: Geoffrey Rush (Aksentii Poprishchin) and Yael Stone (Tuovi/Sophia/Tatiana).
FECHA DE LA REPRESENTACIÓN A LA QUE ALUDE LA CRÍTICA:
06/03/2011