DIARY OF A MADMAN, Geoffrey Rush y la locura

Photo by Stephanie Berger

CRÍTICA

(NUEVA YORK, Harvey Theater BAM)

Poder ver a Geoffrey Rush, actor ganador de un Oscar y un Tony, en una obra como ésta, es un auténtico regalo. El relato de Nicolai Gogol se transforma con Rush en una exhibición de capacidades interpretativas sin duda digna de verse.

Adaptada por David Holman y dirigida por Neil Armfield, «Diary of a madman» fue estrenada por el este mismo equipo por primera vez en Australia en 1989, rescatándola y el año pasado en Sidney, y recalando éste en el BAM de Nueva York. Lo primero que hay que decir es que ya sólo poder acudir al Harvey Theater del BAM (Brooklyn Academy of Music) de Nueva York, merece la pena. Es ésta una institución cultural reconocida internacionalmente y que desde siempre ha apostado por demostraciones culturales nuevas y artistas que no tenían cabida en otros escenarios de Nueva York. La programación teatral del BAM (así como sus exposiciones, conciertos y ciclos de cine) son un referente dentro de la vida cultural neoyorquina. Y en particular una de sus sedes, el Harvey Theater, es un local magnífico y tremendamente evocador que recuerda a una decadente sala de teatro en obras, con andamios al aire y paredes desconchadas, con gente sentada en el mismo suelo del escenario en las primeras filas y sillas de bronce tipo taburete antiguo en el gallinero. Un look que choca al principio pero que atrapa inmediatamente y te hace saber que estás en un sitio diferente.

Gogol habla en su texto sobre un hombre llamado Poprischkin, un funcionario ruso en el San Petersburgo del s.XIX con delirios (algunos de grandeza, y otros delirios a secas). La alienación que vive en su día a día le arrastra lentamente al abismo de la locura, hasta el punto de estar convencido de presenciar el intercambio de correspondencia entre dos perros o creerse el heredero al trono de España. En su viaje hacia la locura le acompaña su sirvienta finesa Touvi (una tierna Yael Stone, que también interpreta a la hija del jefe, de la que Poprishkin está secretamente enamorado, y a otra interna del manicomio en el que acaba el protagonista). En el original estos personajes por lo visto no aparecen directamente en la historia, o se nombran muy tangencialmente, pero Armfield ha decidido introducirlos aquí tal vez para humanizar más el personaje protagonista. Cierto es que tal vez no hacían falta estas intervenciones, pero aportan un punto de dulzura (sobre todo las de la sirvienta, personaje que defiende en todo momento al loco) que en el momento de la despedida del protagonista se transforma en verdadera emoción.

El escenario, una buhardilla con un tragaluz, se convierte en un escenario único que se transformará después en el manicomio. Sencillo, colorido en cierto modo (esas paredes rojas) pero decadente, asfixiante también, se ve completado con algunos pocos y desvencijados elementos más: una cama de metal, una mesa y una silla, algunas pilas de periódicos antiguos y algunos cubos desperdigados por la habitación con el objeto de recoger el agua proveniente de las goteras del techo del escenario.

Photo by Sara Krulwich/The New York Times

Hay un elemento muy de moda ahora también que es el tema de los músicos en escena (en este caso en uno de los palcos). Un elemento que siempre aporta un valor añadido y que además en este caso sirve para en múltiples ocasiones crear un efecto de «mickey-mousing», acompañando con diferentes sonidos movimientos del personaje protagonista.

Hay que destacar también sin duda alguna la iluminación, un trabajo portentoso de Mark Shelton. Un diseño de luces que utiliza llamativos colores y focos directos (que en algunos momentos podría tener reminiscencias hasta en cierto modo circenses), que demanda además una precisión importante, tanto para aquél técnico manejándolas como para el propio actor en escena, que milagrosamente aparece en la marca exacta para que funcione el cambio de iluminación (parece fácil pero no lo es en absoluto). Otro punto para remarcar el tremendo trabajo y la profesionalidad de un actor como Geoffrey Rush.

Porque sin duda es él el centro y reclamo de esta adaptación. Y la verdad es que merece la pena asistir aunque sólo fuera para verle. Simplemente el hecho de permanecer durante dos horas en escena (realmente se podría hablar de un «one-man-show») y sin que la atención del público decaiga en ningún momento, ya es digno de alabanza.Es cierto que tal vez está enfocado a una interpretación muy física y llamativa, que en cierto modo dificulta poder introducirnos realmente en la mente y la lucha interior brutal de este loco merecedor de compasión que es Poprischkin. Pero aún así creo que la obra sigue funcionando, y detrás de la risa se deja ver la tristeza y la desesperación. Porque la verdad es que uno se ríe, y mucho, con la actuación de Rush. Realmente se disfruta como viendo la actuación del mejor «clown» de circo.Aparte de que la modulación de su voz es fantástica, su trabajo corporal es sencillamente increíble. Digno de un personaje de los más desatados dibujos animados. Sencillamente impresionante. Y no está al alcance de cualquiera. Tal vez los mejores momentos de esta risa desatada que provoca se encuadran dentro de los momentos en los que narra la correspondencia entre los dos perros. Ahí es cuando se nos confirma la locura del personaje (y se reafirma cuando empieza a decir fechas imposibles como encabezados de las cartas, momento realmente fantástico). Aunque la risa se atraganta en la última parte de la obra cuando llevan a Poprishkin al manicomio.

Poprischkin acabó mal, muy mal.  Aunque él en su locura no se diera cuenta, el público es perfectamente consciente. Al igual que hay otra cosa de la que el público es consciente también: que la de Geoffrey Rush en este «Diary of a madman» es una actuación para recordar durante mucho, mucho tiempo.

 

Photo by Heidrun Lohr

 

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

DIARY OF A MADMAN

By Nicolai Gogol, adapted by David Holman with Neil Armfield and Geoffrey Rush; directed by Mr. Armfield; sets by Catherine Martin; costumes by Tess Schofield; lighting by Mark Shelton; sound by Paul Charlier; music by Alan John (after Mussorgsky); stage manager, Mark Lowrey; American stage manager, R. Michael Blanco. A Belvoir production, presented by the Brooklyn Academy of Music, Karen Brooks Hopkins, president. At the Harvey Theater, 651 Fulton Street, Fort Greene, Brooklyn; (718) 636-4100, bam.org. Through March 12. Running time: 2 hours 10 minutes.

WITH: Geoffrey Rush (Aksentii Poprishchin) and Yael Stone (Tuovi/Sophia/Tatiana).

FECHA DE LA REPRESENTACIÓN A LA QUE ALUDE LA CRÍTICA:

06/03/2011

THE HOLE, el agujero

Imagen THE HOLE

CRÍTICA

Lo primero de todo, señalar que la función a la que asistí de este espectáculo era todavía uno de los previos, con lo cual y como ya se sabe puede que hubiera variaciones con respecto a la función del estreno, que tuvo lugar ayer día 15. Aún así sospecho que si ha habido cambios no habrán sido sustanciales.

«The Hole» es un espectáculo que quiere ser algo grande, pero que se queda pequeño; algo original, pero que parece vulgar; algo erótico, pero que tira a chabacano; algo divertido, pero en ocasiones repetitivo.

Y es una pena porque sí que podría haber sido algo bastante más interesante. Y puede ser que lo acabe siendo, ya que la función irá evolucionando, cambiando de maestros de ceremonias así como de actuaciones.  Ahora de todas formas tampoco es que se quiera salir de la sala, porque la verdad es que es bastante entretenido. Pero no sé si lo suficiente  de acuerdo con el precio a pagar. Un precio que por otra parte es lógico viendo la escenografía, una especie de salón con dos grandes escaleras sinuosas y unos grandes labios entre ambas (espectacular y ténebre, fantasiosa, podría haber salido perfectamente en alguna película de Tim Burton), la iluminación (magnífica, eso también hay que decirlo, jugando con las superficies translúcidas de las construcciones) y el número de artistas que pasan por el escenario. Además del esfuerzo que supone el reconvertir el patio de butacas en una platea de cabaret, con mesas y sillas entre las que se mueven los camareros, y donde hasta se puede cenar si se quiere.

El show, articulado como una fiesta a la que van llegando los invitados (que son los diferentes artistas), tiene otra ligera línea argumental, que es la historia del dueño de la casa, Paco León, con una rata (que sí, aparece en escena). El humorista actúa como maestro de ceremonias, muy solvente y bastante divertido, la verdad, pero con un acento al que, francamente, no le veo sentido. Y entre actuación y actuación recita diferentes monólogos, bastante sexuales y supuestamente políticamente incorrectos. Pero como ya he dicho antes, toda esta provocación se queda «antigua», por decirlo de algún modo. Se ve carne y en muchas ocasiones sin ningún motivo. Pero tampoco es una cosa excesiva, porque si fuera así o estuviera tratado de otra manera tal vez sí que cobraría sentido, pero la verdad es que se queda un poco a medio gas. Básicamente porque además, según la moraleja del espectáculo, lo que hay que hacer es disfrutar de la vida (como dice el personaje de Paco León: «¿merece la pena la resaca después de la noche de fiesta?» «Sí!»), meterte en el agujero para poder salir. Pero es caso es que durante el show no se tiene esa sensación de desfase, de algo prohibido, de exceso… Tal vez para alguien más o menos puritano sí, desde luego, pero con las cosas que se ven hoy en día, esto no es nada.

Y en cuanto a las actuaciones en sí, que se van sucediendo siguiendo exactamente el mismo patrón (cualquier componente sorpresa está de esta forma eliminado), hay de todo: algunas magníficas que sí que merece la pena ver (el acróbata volando sobre el patio de butacas mientras otro de los personajes, por cierto vestido de forma absurda, versiona «La canción del mar» de Dulce Pontes, es maravilloso) , otras curiosas (la Marilyn acróbata entrada en carnes) y otras más normales. Están bien, pero no impresionan en exceso. Una pena, porque es lo que pretende el show.

Además esa presentación de Paco León a lo «Rocky Horror Picture Show» hace que empalidezca todavía más esta representación si se compara con otras manifestaciones del estilo (y «The rocky horror…» tiene ya más de treinta años…). No está mal, pero tal vez este tipo de provocación ya está un poco pasado de moda.

Y por último…¿por qué el título en inglés cuando es una producción española? Porque además ya hay como tres películas diferentes que se llaman así…

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

  • IDEA: YLLANA, LETSGO, PACO LEÓN
  • DIRECCIÓN ARTÍSTICA: YLLANA, LETSGO, PACO LEÓN
  • DIRECCIÓN Y PUESTA EN ESCENA: YLLANA
  • TEXTOS: SECUN DE LA ROSA (DESTROZADOS POR PACO LEÓN)
  • DISEÑO DE VESTUARIO: NICOLÁS VAUDELET
  • DISEÑO DE ESPACIO ESCÉNICO: MIGUEL BRAYDA
  • ARTES GRÁFICAS: MIGUEL BRAYDA Y BORJA SANZ
  • DISEÑO DE ILUMINACIÓN: JUANJO LLORENS
  • COREÓGRAFO: GUILLERMO WEICKERT
  • DISEÑO DE MAQUILLAJE: MIGUEL GALEÓN
  • PELUQUERÍA: KLEY CAFE
  • ASESOR DE CIRCO: MISHA MATORIN
  • DISEÑADOR DE ACTOS CLOWNESCOS: GABRIEL CHAMÉ
  • DISEÑO DE EFECTOS DE SONIDO: JORGE MORENO
  • PROJECT MANAGER: MARISOL PÉREZ GARCÍA
  • AYUDANTE DE DIRECCIÓN: ANA DÍAZ RONCERO
  • AYUDANTE DE PRODUCCIÓN: BETO GOODING DORTA
  • DIRECTOR TÉCNICO: JOSE LUIS ALONSO
  • JEFE TÉCNICO Y REGIDURÍA: FRANCISCO COBOS FRAGA
  • SONIDO: GUILLERMO GONZÁLEZ COLL / CARLOS MORALES
  • ILUMINACIÓN: HÉCTOR IVÁN GARCITÚA / JOSÉ A. LORA MEDINA
  • MAQUINARIA: GUSTAVO LUQUE BARBERO / FRANCISCO MONTENEGRO RUBIO
  • UTILERÍA: IRENE AYSEL / RIVERO BERNABEU
  • SASTRERÍA: CELIA EGAÑA NKARA
  • COMUNICACIÓN Y MARKETING: TRUC COMUNICACIÓN
  • PRODUCCIÓN: YLLANA / LETS GO

Yllana son: David Ottone, Juan Francisco Ramos, Joe O´Curneen, Marcos Ottone y Fidel Fernández

LOS MAESTROS DE CEREMONIA

PACO LEÓN / EDUARDO CASANOVA / ALEX O’DOGHERTY / SILVIA ABRIL / PEPA CHARRO / FERNANDO GIL

ARTISTAS

  • MADAME: VINILA VON BISMARK
  • EL MONSTRUO / STREAPER: NACHO
  • STRAPS AÉREO: OMAR CORTÉS
  • BARMAN BOLA: JULIO BELLIDO
  • MAYORDOMOS: PRIMITAL BROS
  • MARILYN AÉREA: DILYA ABDULAEVA
  • HULA HOOP DANCER: JESS LOVE
  • SUPER NENAS: ARANZAZU FERNÁNDEZ Y ELENA MARROCCO
  • DÚO FLASH: YEVGENIY DASHKIVSKYY Y YEFREM BITKINE
  • ROLLER BOY: DENIS PETEAV
  • ROLLER GIRL: MARIA BEISEMBETOVA
  • TRÍO HAND BALANCE: DIANA SMIIAN, MARYNA KUSHNIRENKO Y ROMAN IKALCHYK
TEATRO HAAGEN-DAZS CALDERÓN, MADRID
Fecha de la representación a la que alude la crítica:
09/09/2011

20º FESTIVAL DE CINE DE MADRID – PNR

Se celebra en estos días una edición más del FESTIVAL DE CINE DE MADRID, organizado por la Plataforma de Nuevos Realizadores (PNR). Y además están de enhorabuena, ya que celebran su 20 aniversario. Un aniversario más meritorio todavía por seguir luchando y defendiendo el cine en los difíciles tiempos que corren.

Ocasión fantástica para poder ver largos y cortos con un denominador común: la ilusión que en sus trabajos ponen los nuevos realizadores. Este martes en el Círculo de Bellas Artes se proyectó el film «90 Minutos & I love you», de Zacarías de la Rosa y Julieta Martín. Se trata de una obra arriesgada de poco presupuesto rodada un único plano secuencia. Situada en Nueva York, principalmente en una lavandería, la película nos introduce en el mundo unos personajes bastante pintorescos, hablándonos del amor, la amistad  y la inocencia perdida. Una premisa muy interesante que se ve algo lastrada por la falta de presupuesto y la dificultad de conseguir mantener un ritmo adecuado durante 90 minutos en un plano secuencia. Se agradece de todas formas la frescura que respira la historia y las actuaciones (principalmente de los dos protagonistas, Álex García y una encantadora y tremendamente natural Alba Cabrera) en un proyecto sin grandes pretensiones pero con ilusión y afán de originalidad.

Todavía quedan un par de días para disfrutar de las sesiones de estos cortometrajes y largometrajes que hay que aprovechar, ya que el mercado cinematográfico muchas veces no tiene cabida para este tipo de obras. Y en ocasiones son más bastante más interesantes que otras que se ven normalmente en las salas comerciales.

Aquí está la web del festival donde se puede ver la programación completa:

http://www.festivalcinepnr.com/

90 Minutos & I love you (2011)

LA GRAN DEPRESIÓN, una comedia con dos divas y muchas pastillas

CRÍTICA

«La Gran Depresión» es lo que es. Y es un «lo que es» que no defrauda, dinámico, petardo y lleno de carcajadas (aunque con su punto agridulce). La conjunción de dos directores como Félix Sabroso y Dunia Ayaso, creadores de comedias desmadradas como «Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí» (entre cuyos méritos se inscribe el lograr haberse convertido en frase hecha), pero también de un peliculón como es «La Isla Interior» (uno de los estrenos más inmerecidamente ignorados de la temporada cinematográfica pasada), y de dos actrices a la par que figuras mediáticas, como son Loles León y Bibiana Fernández, no podía dar otro resultado. Una hora y media en la que no se puede parar de reír. Algo que no es para menospreciar en los momentos en los que estamos.

Una colorista casa deudora de la estética almodovariana y de las películas de alta comedia americana de los años cincuenta es el escenario único en el que se desarrolla la historia de Marta y Manuela, dos personajes que se reencuentran después de ocho años sin verse gracias a la llamada de auxilio de la primera a la segunda. Hay que reconocer que la obra tiene un hilo argumental muy fino, pero para qué nos vamos a engañar, es que tampoco le hace falta más. Simplemente con ellas dos en el escenario basta.

Bibiana Fernández es Marta, una mujer diez, escultural, que vive en base a los hombres de los que se enamora (casualmente todos ricos), y que después de su último fracaso amoroso decide suicidarse. Pero acaba llamando a Manuela (Loles León), para que la salve. A partir de ese momento (y de ese lavado de estómago) ambas recuperarán su relación en un cambio continuo de reproches y acusaciones, así como de cariño, recordando la edad de oro que vivieron en sus añorados ochenta. Ambas actrices cumplen con las expectativas y utilizan sus mejores armas. Bibiana Fernández suple ciertas carencias en la actuación con un cuerpo espléndido embutido en un número importante de modelitos (que al fin y al cabo es lo que espera la gente), y Loles León despliega su vis cómica comiéndose el escenario con el desparpajo que le caracteriza. Ambas mujeres tienen una química en el escenario deudora de la relación que tienen en el exterior, y se nota en cómo fluye la obra, así como en momentos de improvisación que de vez en cuando afloran, en algunas ocasiones debidos a ataques de risa que les da a las propias actrices. Lo que en otra obra sería algo bastante imperdonable, en ésta forma parte del juego que mantienen las actrices, entre ellas y con el propio público, al cual incluso se dirigen de vez en cuando.

Y no sólo ríen y actúan, sino que también cantan. Un par de temas, que para qué nos vamos a engañar, no hacían ninguna falta pero visten mucho, y que ambas interpretan melodramáticamente ,con mejor o peor suerte (el combate vocal lo gana Loles León por goleada).

Y tras la risa y la carcajada, la mezcla entre el humor más facilón y la alta comedia, se esconde un trasfondo, el de la soledad y desesperación de dos mujeres cuya época dorada ya pasó. Y la comedia, que con el paso de los minutos se va volviendo más loca pero también más desesperada, acaba en un final imposible. Y feliz. Feliz para ellas y por tanto para el público, que no podría aguantar una dosis de realidad tan dura como la que esperaría a esos personajes en la vida real. Pero para eso está el teatro también. Para pasar un buen rato, olvidar la realidad y soñar con finales imposibles.

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

LA GRAN DEPRESIÓN

Director: Dunia Ayaso y Félix Sabroso

Reparto:Bibiana Fernández y Loles León

Productor/as: Patricio Binaghi y Mariano Piñerio

TEATRO INFANTA ISABEL, MADRID

Fecha de la representación a la que alude la crítica:

07/09/2011

LA CAÍDA DE LOS DIOSES, Pandur se encuentra con Visconti

Foto: Aljosa Rebolj

CRÍTICA

Empezaré diciendo que el director Tomaz Pandur me parece uno de los creadores teatrales más interesantes de la actualidad, y que todo lo que hace merece la pena ser visto. Puede gustar o no, pero no deja indiferente. De ahí su legión de seguidores a la par que de detractores. Su obsesión por la éstetica y capacidad para crear atmósferas sórdidas y opresivas es única. Así como su concepción de las obras escénicas como espectáculos multidisciplinares en los que intenta llegar a una experiencia sensorial completa.

Dicho esto, «La caída de los dioses» sigue fiel al espíritu de su obra anterior, pero no es de sus mejores creaciones. Aunque a priori el tema parecía idóneo para Pandur y la verdad es que sus obsesiones guardan estrecha relación con las viscontinianas. «La caída de los dioses» es una magnífica e intensísima (tal vez en exceso, incluso) película donde el director italiano Luchino Visconti  dejaba libre multitud de fantasmas en el marco de la Alemania de los años treinta: el auge del nazismo, las luchas intestinas en el seno de una familia (y del propio partido nazi), pederastia, incesto, homosexualidad, asesinato… Todo en una atmósfera decadente y opresiva, insana y lujuriosa, una mezcla entre un cabaret macabro (famosa es la escena de Helmut Berger travestido como Marlene Dietrich) y Shakespeare (con ecos de Macbeth y Hamlet).

Todo ello lo hacía una obra perfecta para que Pandur con sus propios fantasmas estéticos la adaptara a su mundo y al mundo escénico. Y el resultado, aunque interesante sin duda alguna, es algo insatisfactorio, que hace añorar otros espectáculos suyos. Por un lado, la intensidad que tiene el film durante todo su metraje, Pandur lo consigue únicamente ya avanzada la obra (sobre todo en la segunda parte de la misma, notoriamente más intensa y potente que la primera). Los motivos pueden ser varios. Por un lado, una adaptación del texto que, a pesar de ser bastante fiel, tiene ligeros cambios que despistan y hacen que no se siga bien el hilo de la obra (que ya de por sí es algo complicada debido a la multitud de diferentes lazos familiares que unen a los personajes) si no se ha visto con anterioridad la película. Tal vez Pandur lo haya hecho a propósito, pero no parece beneficioso para que el público pueda entender completamente el espectáculo. Hay cambios, como que el comienzo de la obra sea la celebración de una cena-funeral en honor del patriarca Joachim Von Essembeck. Cambio notable con respecto a la película, ya que en ésta, el patriarca posteriormente será asesinado por otro de los personajes con la pistola de un tercero. Sin embargo esta acusación en la obra al personaje del injustamente perseguido Herbert sí que se articula en torno a este asesinato que no se ve reflejado, y que resulta absurdo al ya haber comenzado la obra con el patriarca muerto. Quedan veladas así también la pederastia de Martin (hay una confusa escena con una muñeca, que creo que despista más que otra cosa) y se potencia el carácter homosexual de todos los personajes. Asimismo desaparece un momento muy importante de la película como es la masacre de «La noche de los cuchillos largos», sustituida por un momento de lujuria homosexual entre otros dos personajes que desde luego no estaba en el film (no porque a Visconti no le gustara este tipo de escenas, porque en la pelícla lo que había era más exagerado incluso, una bacanal entre los miembros de las SA). La de Pandur es una escena interesante e intensa, que se muestra como símbolo de la relación entre las SS y las SA, pero que de todas formas despista también por inesperada y en cierto modo carente de sentido en la evolución de los personajes. Igual que tampoco aparecía explícitamente la relación entre Martin y Gunther (y desaparece el personaje de la amante de Martin).

Sin embargo hay otras escenas en las que Pandur demuestra su capacidad para impactar, aunque a algunos les parezca que estén cerca del ridículo, como la escena de Belén Rueda cortando repollo violentamente mientras Elisabeth le ruega que la deje marchar. Es una escena muy peligrosa pero desde luego para mí funcionó perfectamente. Esa fisicidad en las puestas en escenas de Pandur (recordemos por ejemplo la sandía de «Barroco»), me parece fantástica y en cierto modo también marca de fábrica del esloveno.

En cuanto al decorado: una cinta transportadora, una pantalla que cubre todo el fondo del escenario y una lámina metálica que hace de espejo sobre los personajes (y que va moviéndose y cambiando de ángulo durante la representación) son los pilares sobre los que se asienta la puesta en escena. Sobre la cinta transportadora van realizándose los cambios de escena y la mayoría de entradas y salidas del escenario. Es un recurso magnífico, increíblemente útil, funcional y a la par muy estético, pero que tal vez juega en contra de la obra, al dotarla de un excesivo estatismo. Lo que vemos ante nosotros son cuadros, pinturas, bellísimas, con claroscuros dignos de Caravaggio, pero carentes de emoción. Acompañadas en todo momento por un piano en directo a la derecha y fuera del escenario, que tal vez puede resultar repetitivo (muy en la línea de creación de atmósferas tipo «Eyes Wide Shut» de Stanley Kubrick). El espejo a su vez (recurso utilizado también en «Infierno», aunque en ésta de forma más espectacular) aporta imágenes perturbadoras y maravillosas en ocasiones que nos dan otro ángulo con el que observar a los personajes. Y la pantalla del fondo (utilizada con imágenes de la Alemania nazi o como una pantalla en blanco refulgente) en parte nos recuerda al mundo del cine, idea reforzada además por la interrupción y repetición de diálogos (anunciada por una sirena de bombardeo estruendosa) como si de un rodaje se tratara (con aparición del director incluida), que sirven para desdramatizar el transcurso de la historia y potenciar el efecto de distanciamiento. Tal vez falta algo de sus obras anteriores. Podríamos decir que ésta parece más «sencilla» (aunque en Pandur el concepto «sencillo» parece que no exista), comparada por ejemplo con «Infierno», para mí tal vez su obra maestra, que era un exceso con cabida a todas las disciplinas (incluida danza, canto…aunque en esta obra también podamos encontrar esto último).

En cuanto a la actuación, en general sirven todos a la perfección para la intención de Pandur, con caracterizaciones magníficas de acorde a cada uno de sus personajes. Belén Rueda se erige como uno de los pilares centrales con el personaje de Sophie Von Essembeck. Un personaje humanizado en esta adaptación, ya que vemos un momento de debilidad y desesperación, sola, gimiendo y arrastrándose, que no estaba en la película, y tampoco vemos tan evidentemente su caracter de Lady Macbeth (se ha eliminado en la adaptacion la escena en la que le sugiere a Friederich que asesine a Joachim). Belén Rueda tiene el porte (y el vestuario, fantástico) necesario para convertirse en una digna sucesora de Ingrid Thulin. Pablo Rivero como Martin (Helmut Berger en la película), el hijo de Sophie, sorprende. La verdad es que transmite bastante bien ese carácter tortuoso y lujurioso de su personaje, otro de los pilares del espectáculo. Destaca sobre los demás Fernando Cayo como el primo Von Aschembach, en un registro intenso y en cierto modo algo más contenido con respecto a otros de sus compañeros. Manuel de Blas demuestra su saber hacer como el desagradable Konstantin y Alberto Jiménez dota de mayor seguridad que en la película hacía Dick Bogarde al personaje de Friedrich. Francisco Boira y Nur Levi, como únicos personajes positivos de la obra, cumplen con su cometido también perfectamente (un poco más floja Nur Levi al comienzo del espectáculo, pero remontando en su último discurso). Santi Marin físicamente es el Gunther ideal, aunque le falten algunos recursos actorales, y Emilio Gavira es el perfecto maestro de ceremonias y director. Es cierto que las actuaciones en las obras de Pandur pueden parecer excesivas, llenas de gritos y expresiones desencajadas, pero es a eso a lo que juega, lo que le gusta y lo que pretende.

En definitiva, «La caída de los dioses» es un espectáculo tal vez no apto para todos los públicos (si a alguien no le gusta Pandur, no hace falta que vaya a verlo) pero que merece la pena, oscuro y decadente, primordialmente estético y muy intenso en ocasiones, en el que Pandur sigue haciendo lo que le gusta, poniendo en escena su característico estilo de comprender el hecho teatral.

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

LA CAÍDA DE LOS DIOSES 

Basada en la historia y el guión original de

Nicola Badalucco, Enrico Medioli y Luchino Visconti  

Adaptación para teatro de Tomaž Pandur

NAVES DEL ESPAÑOL

Del 25 de agosto al 23 de octubre

 

Reparto (por orden de intervención) 

 

Baronesa Sophie von Essenbeck Belén Rueda 

Elisabeth Thallmann    Nur levi

Baron Konstantin von Essenbeck Manuel de Blas 

Herbert Thallmann    Francisco Boira

Martin von Essenbeck, su hijo Pablo Rivero

Von Aschenbach    Fernando Cayo

Friedrich Bruckmann   Alberto Jiménez 

Janek      Emilio Gavira 

Günther von Essenbeck   Santi Marín

Pianista    Ramón Grau

Equipo Artístico 

Dramaturgia    Livija Pandur  

Escenografía     NUMEN  (Sven Jonke)

Vestuario    Angelina Atlagić  

Iluminación    Juan Gómez Cornejo 

Diseño de videoescena  Álvaro Luna 

Traducción    Pablo Viar 

Coordinación Musical   Antonio Moreno  

Fotografías de escena  Alojsa Rebolj 

Diseño cartel y retratos de actores Javier Naval 

Ayudante de dirección  Damià Plensa 

Colaborador de dirección  Ronald Savković 

Ayudante de escenografía y vestuario   Nicolás Bueno 

Diseño de caracterización  Chema Noci                   

Realización escenográfica  Equipo del Teatro Español 

Utilería y Atrezzo   Nicolás Bueno y Alexandro Lanzillotti,

Creator of Legend, Damyr, Numen

Realización vestuario   Sastrería Cornejo 

Realización de pelucas   Antoñita, Vda. de Ruiz 

Realización Espacio Sonoro  Ignacio Hita 

 

Versión y Dirección Tomaž Pandur 

 

Una producción del TEATRO ESPAÑOL de Madrid en colaboración con el Teatro Calderón de Valladolid y el Festival GREC de Barcelona 

MATADERO, NAVES DEL ESPAÑOL, MADRID

Fecha de la representación a la que alude la crítica:

31/08/2011

JULIETA Y ROMEO, una historia de amor entre lo clásico y lo moderno

© Xavier Basiana

CRÍTICA

«Romeo… Oh Romeo…» Mucho se ha abusado de los clichés de este texto de Shakespeare a lo ancho y largo del mundo durante de más de cuatrocientos años. «Romeo y Julieta» es tal vez una de las obras de teatro más conocidas por todos los públicos. Y Marc Martinez asume el riesgo de llevar a escena una vez más este texto atemporal a riesgo de enfrentarse tanto a puristas como a renovadores a partes iguales. Y podría decirse que no ha salido mal parado. «Julieta & Romeo» no es tal vez un éxito redondo pero sí convence.

Ciertos detalles de la propuesta pretenden priorizar al personaje de Julieta, que se plantea como más adulto y responsable que el de Romeo. Aparecen también detalles olvidados en otras propuestas, como el que Romeo al comienzo de la función está enamorado de otra mujer (aparentemente tanto como de Julieta lo estará después, con lo cual vemos la volubilidad del hombre). Pero el texto se respeta y hay que destacar la adaptación que que de él se ha hecho, sencilla pero sin dejar de lado la poética shakespeariana, que pretende allanar los textos pero sin restarles profundidad, apuntando en ciertos momentos puntuales modismos y detalles modernos pero sin caer en la chabacanería ni en el chiste fácil.

Hay que destacar también el interés por hacer un espectáculo de acción, y muestra de ello sin los enfrentamientos con las espadas. Combates creíbles con coreografías muy trabajadas y sobre todo tremendamente dinámicas y que funcionan muy bien en esta puesta en escena.

Una puesta en escena que es sencilla y compleja a la par. Algo que igualmente se puede decir del concepto musical, basado en una especie de hombre orquesta a un costado del escenario que toca desde la guitarra hasta el acordeón pasando por los tambores o el xilófono. Podrían destacarse algunos momentos en los que todos los elementos funcionan perfectamente para crear momentos magníficos, como la fiesta en la casa de los Capuletos, o la peligrosa, por conocida, escena del balcón, resuelta con gracia, inocencia y mucha ternura.

Para crear los espacios dos estructuras similares a andamios de cinco niveles, con diferentes plataformas y sencillas compuertas son movidos continuamente a través del escenario por los propios actores según van avanzando las escenas. Eso y la cama de Julieta ( que posteriormente se convertirá en su lecho de muerte) son básicamente los elementos de una escenografía sencilla en su aspecto pero muy efectiva.

Esta misma escenografía obliga además a los actores a un continuo movimiento de escena que aporta gran dinamismo. Sobre todo a los dos actores protagonistas, Carlota Olcina y Marcel Borrás, Julieta y Romeo, que tienen que trepar y moverse continuamente por estas estructuras. Los dos actores defienden muy dignamente sus personajes y sobresalen en los momentos íntimos, creando una química muy especial que hace creer realmente en este amor tan exagerado (reconozcámoslo, hoy en día si alguien propusiera matrimonio al primer día de conocerse para casarse el segundo, ya estaba ingresado en el psiquiátrico y, desde luego, soltero). En cuanto al resto del reparto, destaca Mercucio, Nao Albet, con una actuación tal vez algo exagerada, pero que aporta el punto cómico de la función junto con el Ama, Amparo Fernández, otro de los personajes privilegiados por esta adaptación. Hay que destacar también que la mayor parte de los actores se desdoblan en dos papeles. Entre ellos gran interpretación también la del padre de Romeo, que se desdobla asimismo como el padre Lorenzo, con una presencia corporal y de voz muy importante (al aparecer en el folleto  dos nombres para ese personaje, y no especificar por otros medios cuál de los dos actuaba en la función que vi, no puedo aportar el nombre del actor).

En cuanto a la parte negativa de la actuación habría que aludir a la parte correspondiente a los Capuletos, los padres de Julieta. Manel Barceló posee una voz magnífica pero en sin emoción. Más parecía una declamación que una actuación, sin ningún tipo de intensidad o intención. Y los esfuerzos de la actriz que interpretaba a la madre de Julieta (de nuevo tengo el mismo problema de identificación con ella que con el padre de Romeo, punto negativo para el teatro), no evitaba que su actuación quedara algo desvaída y falta de fuerza. Algo muy negativo para el espectáculo, que cae en picado en la segunda parte del mismo, debido en gran parte al aumento de protagonismo de estos dos personajes, y también a la desaparición de Mercucio, punto cómico de la obra.

Aún así, sigue mereciendo la pena ver este «Julieta & Romeo», que, a pesar de no ser un espectáculo con mayúsculas, es un muy digno y sobre todo un sentido y sencillo homenaje a la obra de Shakespeare. Un espectáculo que se mueve entre lo clásico y lo moderno, y que nos recuerda que, como Montescos y Capuletos, estos dos conceptos no son incompatibles e incluso en ocasiones pueden vivir una bonita historia de amor.

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

Intérpretes: 

Carlota Olcina  Julieta 

Marcel Borràs  Romeo 

Nao Albet   Mercucio y Baltasar 

Bernat Quintana  Benvolio y Capitán 

Pol López            Tibaldo y Paje 

Carles Martínez / Manel Sans  Montesco y Padre Lorenzo 

Amparo Fernández  Ama y Príncipe 

Manel Barceló  Capuleto y Boticario 

Miriam Alamany / Mercé Puy  Sra. Capuleto 

Josep Puig          Paris 

Xavi Sáez         Pedro 

Carles Gilabert       Gregorio 

Equipo artístico y técnico

Traducción    Josep M. Jaumà

Música    Lluís Cartes

Diseño de iluminación  Quico Gutiérrez

Vestuario    Mariel Soria

Espacio escénico   Ricard Prat i Coll  y Marc Martínez 

Cartel y video   Lyona Alyona 

Coreografías   Anna Briansó 

Ayudante de dirección  Martí Torras 

Asesoramiento de sonido Ramón Ciércoles 

Dirección de producción  Carles Manrique

Maestro de armas  Isaac Morera 

Coordinación técnica   Xavier Xipell

Producción ejecutiva   Cai Felip

Regiduría    Salva Ferrer

Auxiliar de dirección   Sara Espígul

Fotografía    David Ruano y Paco Amate 

Community manager   Marina Raurell

Duración de la obra: 122 minutos.

Una coproducción del Grec 2011 Festival de Barcelona y Vania Produccions en colaboración

con el Teatro Español de Madrid. Con el apoyo del ICIC de la Generalitat de Catalunya y el

Ministerio de Cultura. Julieta & Romeo es un proyecto de PLATEASOCIAL.

Fecha de la representación a la que alude la crítica:

30/08/2011