CUANDO FUIMOS DOS, de Fernando J. López. Uno más uno no son dos.

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CRÍTICA

«Cuando fuimos dos». El pasado ya lo dice todo. Cuando creíamos que nada ni nadie podría separarnos. Cuando después todo empezó a resquebrajarse. Y de dos, poco a poco y casi sin querer, se vuelve a ser uno más uno (o tal vez nunca se dejó de serlo). «Cuando fuimos dos» es un espectáculo que hace dudar de la aritmética emocional y que se puede ver en una nueva, cuidada y preparada sala de la capital: El Sol de York. Antes de nada comentar la valentía de abrir una sala en los tiempos que corren, y todos los buenos deseos y parabienes a esta sala que promete darnos muy buenos momentos de teatro.

Y ahora vamos al asunto: el espectáculo, un texto de Fernando J. López dirigido por Quino Falero (El manual de la Buena Esposa), que indaga en el intersticio del amor: esa hendidura o espacio que media entre dos cuerpos o entre dos partes de un mismo cuerpo. Esos dos que pueden llegar a ser uno solo. En este caso dos hombres (que bien podrían ser dos mujeres u hombre y mujer, en este caso el género es lo de menos) se encuentran en un espacio en tránsito, un espacio desmantelado, universo común de una relación: el piso que tienen que dejar, embalado en cajas y dispuesto para su reparto. A través de flash-backs iremos asistiendo a la evolución de la relación entre esta pareja y a su progresivo resquebrajamiento, envenenado por los celos, la promiscuidad y el egocentrismo. Felipe Andrés es Eloy, un escritor inseguro que conoce a César, David Tortosa (al que pudimos ver en Tick Tick Boom), un narcisista que disfruta de gustar y llevarse a la cama a todo lo que se le cruza casi de forma compulsiva. Algo por otra parte que muchos reconocerán (al igual que su obsesión por las redes sociales). Las diferencias unen y separan a estos dos personajes que nos mostrarán cara y cruz de unas escenas cotidianas en clave básicamente cómica, ante las que parte del público se sentirá como delante de un espejo.

La puesta en escena, con esa omnipresente cama y las cajas, la agradable banda sonora y la cálida iluminación nos acompañan a lo largo de esta relación de pareja, que el espectador siente tremendamente cercana. Todo el mundo (sea uno gay o no) ha pasado por alguno de sus momentos, y por eso funciona tan bien la obra. Los actores hacen próximos a sus personajes, sus dudas y sus miedos, y consiguen conectar con el público, que responde ante la propuesta. En definitiva, «Cuando fuimos dos» es una obra sincera y sencilla, agradable aunque agridulce, sobre esa cosa llamada amor (o necesidad, o dependencia) y lo complicado que es. Sobre la dificultad de ser dos, y no sólo uno más uno. Porque, aunque parezca mentira, a veces la aritmética (sobre todo en cuanto a tema sentimental se refiere) engaña. Y uno más uno no son dos.


SALA EL SOL DE YORK. MADRID


Web de la compañía: www.criacuervos.es

Web de la sala: www.elsoldeyork.com