LA PLAZA DEL DIAMANTE, con Lolita Flores

pzadiamante_fotosergioparra_03(Esta crítica ha sido publicada en la web de cultura Notodo.com con motivo del estreno de La plaza del Diamante, dirigida por Joan Ollé, en el Teatro Español de Madrid. Para más información podéis hacer clic aquí y ver la reseña en la web de Notodo.)

LA PLAZA DEL DIAMANTE. Lolita y La Colometa.
Crítica por Miguel Gabaldón

Luces de verbena caen del cielo a un suelo de madera entre cuyos tablones crecen las hierbas. Un banco carcomido por el tiempo. Y Lolita sentada en él durante una hora y cuarto. Una hora y cuarto en la que se mete en la piel de la Colometa de Mercè Rodoreda. La Colometa protagonista de La plaza del Diamante, tal vez la novela más importante de las letras catalanas, que ahora se presenta en versión monólogo teatral en la Sala Pequeña del Español dirigida por Joan Ollé. Una apuesta, a tenor tanto de las opiniones de la crítica como de la afluencia de público, absolutamente ganadora. La prensa se ha rendido a los pies de una Lolita en estado de gracia y el público abarrota la sala.

Dicho esto, el espectáculo dirigido por Joan Ollé no me ha llegado. Puede ser el día (mío o de Lolita), la adaptación, la puesta en escena o todo junto. Pero el caso es que no me llegué a sumergir en la historia de esta mujer que va a donde le lleven las olas en esa Barcelona de la posguerra. Y no es que le tenga especial alergia a este tipo de historias (desde luego los que piensen “ya estamos otra vez con la Guerra Civil” que huyan como de la peste de la plaza de Santa Ana). Pero la emoción descrita en la mayoría de las crónicas que se ha publicado (he investigado para contrastar) no llegó. Y tengo que decir que tampoco vi ninguna lágrima en los ojillos de los espectadores (de edad provecta la mayoría, con lo cual público objetivo) a la salida de la función a la que yo acudí. Y eso que yo soy llorón e iba predispuesto. Eso sí, no se puede negar que Lolita desprende una humanidad enorme, tremenda, y su sonrisa y recatado gesto te ganan sin remedio, levantando de forma magnífica un personaje que no tiene nada que ver con ella. Pero su historia no me llegó como me esperaba. Personalmente, la propuesta escénica de Ollé (dejando aparte el precioso y sencillo decorado y la delicada iluminación apoyada por esas bombillas de colores) me resulta tal vez en exceso estática. Abusando de la música (por otro lado hermosa y ensoñadora, una cosa no quita la otra) de una forma reiterativa y algo aleatoria.

Es una función difícil, cada día es un mundo, así que no dudo que en otras funciones la Colometa llegue hasta el cielo y más allá. Desde luego Lolita ha demostrado que es una actriz como la copa de un pino y se avista que ha conseguido dotar a su personaje de un alma que no le cabe en el pecho. Incluso a pesar de una complicadísima propuesta para un intérprete, como es el hecho de que no se mueva ni un ápice (a excepción de cinco segundos en los que se levanta, respirando uno entonces aliviado porque la pobre mujer puede estirar las piernas). Pero, y vuelvo a repetir que seguramente es una excepción, en esta función el vuelo de la Colometa quedó más rasante de lo que me esperaba.

M.G.

LA CHUNGA, de Mario Vargas Llosa. Y Aitana se volvió chunga

la chunga

Reseña publicada en la web de cultura NOTODO.COM, que se puede encontrar en este enlace.

Aitana Sánchez Gijón se mete en el cuerpo de La Chunga de Vargas Llosa, en el Español

«¿Qué paso aquella noche, Chunguita?». Una noche, en la que Josefino pierde gran cantidad de dinero en una timba y ofrece en prenda su acompañante Meche, una ingenua muchacha, a La Chunga, la dueña del bar. Ambas suben a la habitación de la propietaria y nunca más se sabe de la joven. Los cuatro clientes de ese barcito de mala muerte de un pueblo peruano imaginarán, fantasearán y elucubrarán sobre el destino de la joven y lo que pasó aquella noche. Y mientras, La Chunga calla. «¿Qué paso aquella noche, Chunguita…?»

La Chunga es la obra dramática más representada (aunque sea una faceta poco conocida) de Mario Vargas Llosa, y se puede ver por fin en el Teatro Español. La Chunga es, ante todo, una historia de amor. De compasión. Y de soledad. Una mujer se balancea en su mecedora, impávida, dejando pasar la existencia. Una mujer seca, rencorosa y dolida con la vida, marimacho, como dicen el texto, y que se prenda de Mechita en cuanto la ve aparecer por su local del brazo de un chuloputas agresivo y fanfarrón. Mechita hace despertar a La Chunga, aunque sea a su pesar. El personaje de esta mujer dura pero inmensamente frágil (“no quiero ser guapa, si fuera guapa nadie me respetaría”, grita) es de los que se te meten dentro y navega en tu interior como un barco a la deriva. Que se te agarra como un tequila peléon. Y Aitana Sánchez Gijón dota de una fragilidad extraña con gritos rotos (que a algunos tildarán de desagradables, ya que incluso en ocasiones parece que no le da la voz) a este personaje al que engrandece haciéndolo, curiosamente, en cierto modo más pequeño. E Irene Escolar, su luminoso objeto de deseo, le da la réplica con sensibilidad e inocencia, complemento perfecto para la oscuridad de la Chunga.

Joan Ollé dirige el espectáculo de forma evocadora, con bellísimos momentos, como por ejemplo algunas interpretaciones musicales en directo (y un precioso tema grabado por la gran Silvia Pérez Cruz). Y con un telón que oculta o descubre lo que va sucediendo en esa misteriosa habitación a la que suben las dos mujeres. Gran decorado de vertiente realista, vestuario e iluminación también para ambientar ese barcito. Un hogar para gente solitaria, de jugadores y borrachos que necesitan enfrentar sus fantasmas: Lituma, un personaje tímido y emocionante que en la piel de Jorge Calvo proporciona uno de los momentos más tiernos de la obra; El Mono, un Tomás Pozzi muy grande en su pequeño cuerpo, de energía desbocada, que protagoniza la que es una de las mejores escenas del espectáculo junto a las enmascaradas mujeres (una confesión pesadillesca, onírica, fascinante y perturbadora); José, el personaje del pajillero, tal vez el menos desarrollado y menos agradecido también, que defiende Rulo Pardo; y Josefino, el novio de Mechita, al cual Asier Etxeandía otorga su brutal presencia y vigor habituales. Ellos son los comparsas de las dos féminas: la víctima y la protectora, Escolar y Sánchez Gijón, que consiguen crear unos personajes inolvidables. Y es que en esos momentos de la habitación, entre las dos consiguen detener el tiempo. Son instantes delicados, sensuales, de una conexión y sensibilidad a flor de piel. Un acercamiento entre animales: un cervatillo descubriendo la vida y un depredador, silencioso, lleno de cicatrices, que utiliza sus garras para defenderse y no para atacar. Cierto es que tiene cosas que no convencen del todo esta Chunga: entre otras, la puesta en escena y su estructura en ocasiones confunde, sin llegar a aclararse adecuadamente entre realidad y fantasía. Además se podía haber trabajado en condiciones el tema de los acentos. Pero no se le pueden negar instantes espléndidos, de esos para el recuerdo, llenos de emoción. Instantes y una Aitana Sánchez Gijón que dibuja un personaje inolvidable: “Llámame Chunga, no más.”

La Chunga
+ INFO

 

Nombre del montaje: La Chunga

Disciplina: teatro contemporáneo

Director: Joan Ollé

Autor: Mario Vargas Llosa

Reparto: Tomás Pozzi, Jorge Calvo, Rulo Pardo, Asier Etxeandía, Aitana Sánchez Gijón, Irene Escolar

Escenografía: Sebastià Brosa
Iluminación: Lionel Spycher
Vestuario: Miriam Compte
Movimiento escénico: Andrés Corchero
Diseño de sonido: Orestes Gas
Una producción del Teatro Español

D�nde: Teatro Español

Direcci�n: Príncipe, 25. Madrid

Hasta: 16. 06

Horario: De martes a domingo a las 20h.

Precio: De 7 a 24€. Martes, miércoles y jueves 25% de descuento

Venta de entradas: www.telentrada.com