La VERÓNICA de Carlos Molinero vuelve por Halloween

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(Esta crítica fue publicada en la web de cultura Notodo.com con motivo del estreno de Verónica en el Teatro Maravillas de Madrid, que ahora vuelve por Halloween. Para más información podéis hacer clic aquí y ver la reseña en la web de Notodo.)

VERÓNICA. Invocar con éxito.
Crítica por Miguel Gabaldón

Seguro que todos habéis oído de la leyenda urbana de Verónica. Ésta es una de esas inquietantes historias para los más asustadizos que indica que, nombrando a la susodicha «x» veces (dependiendo de la versión) delante del espejo, aparecerá. Y no para hacerte la vida muy agradable que digamos. En versión anglosajona es Bloody Mary, igualito que el cóctel (el efecto no es el mismo diciendo güisky-cola, aunque seguro que más de uno lo ha intentado). Pues bien, Carlos Molinero, director por ejemplo de la muy estupenda película Salvajes, ha tomado el nombre y el espíritu (nunca mejor dicho) de la pobre desdichada para nombrar a su primera obra teatral de largo formato, que después de pasar por el Teatro Lara pretende causar escalofríos al respetable en el Teatro Maravillas.

Molinero no utiliza la misma historia de la leyenda urbana, pero algo de su base fantasmagórica sí. Y la verdad es que miedo, lo que se dice miedo, uno no pasa (bueno, algún sustete sí). Pero un rato entretenido, desde luego. Y es que Molinero y el codirector Gabriel Olivares (tan prolífico que ahora mismo no sé ni cuántas obras tiene en cartel) han conseguido trasladar a una sala de teatro el espíritu de una película de terror de serie B tal cual: con su reencuentro de amigas de la adolescencia, sustos, fantasmas, rayos, relámpagos, muertes y secretos oscuros por descubrir. Verónica murió en 1988 lanzándose a la pista de baile con unas tijeras clavadas en el pecho en una fiesta organizada para el viaje de fin de curso (a Veneziaaaaa, Veneziaaaaa…, como la canción de los Hombres G). Años después, sus cuatro mejores amigas (con sentimiento de culpabilidad por lo ocurrido en aquel entonces, y no es para menos) se reencuentran en el mismo colegio. Y es que… (aquí viene la música de miedo con el subwoofer reventando por los graves)… resulta que hay señales de que Verónica ha decidido volver de allá donde se encuentre! (muy cómoda no debía de estar). La historia desde luego no es nada nuevo, hasta huele un poco, pero sí lo es verlo en una sala de teatro. Y la verdad es que, desde la sencillez, la perfecta utilización de los códigos inherentes a este tipo de relatos, un inteligente uso del espacio total de la sala y, sobre todo, un espléndido trabajo de las actrices, consiguen una velada mucho más que agradable para todos los públicos.

Y es que Verónica, más que explotar la vertiente estremecedora (y sabiendo lo complicado que es conseguir esto en una sala de teatro) opta por agarrar a la audiencia con la conexión de estas cuatro amigas, sus evidentes diferencias (de manual casi, pero para eso están los arquetipos) y recuerdos compartidos. Cecilia Solaguren (a quien pudimos ver por ejemplo en la espléndida Traición dirigida por María Ache) es la amiga que ha decidido meterse a monja, en el mismo colegio además, por lo cual adopta el papel de responsable. Silvia de Pe es la heavy que todavía sigue vistiendo como en la adolescencia, de actitud macarra pero con su corazoncete. Lorena Berdún (todos la recordaremos como sexóloga, pero también ha formado parte del Incrementum de Peris-Mencheta, por ejemplo) es la sufridora artífice del reencuentro. Y Ana Villa es la pija bromista, elegante y adicta a la leche de pantera en botella de plástico (que le recuerda a sus tiempos mozos, como a tantos otros). No se ha descubierto Roma con los personajes, como decíamos, pero el trabajo de todas y cada una de ellas destila naturalidad y acaban resultando como de la familia. Aparte de que, muy inteligentemente, el texto juega con unos puntos cómicos tremendamente reconocibles que preparan el terreno y funcionan como contrapunto a la historia dramático-terrorífica.

Uno, a priori, no iría a una función de estas caractéristicas movido por las interpretaciones, pero la verdad es que acaba resultando una muy grata sorpresa. Incluso cuando no son el punto de atención de la escena resulta una gozada atender a los pequeños detalles que ofrecen. Vamos, un espectáculo que podríamos denominar ligero, pero mucho más que aconsejable para pasar una entretenida tarde-noche. Invocad a la Verónica de Carlos Molinero. Yo todavía no me he arrepentido de hacerlo.

M.G.

SHIRLEY VALENTINE, con Verónica Forqué, en el Teatro Maravillas

 

Para leer la crítica sobre el espectáculo Shirley Valentine que se representa en el Teatro Maravillas de Madrid, remito a mi reseña publicada originariamente en la web de cultura NOTODO.COM, que se puede encontrar pinchando aquí.

Verónica Forqué es Shirley Valentine en el Teatro Maravillas de Madrid

Verónica Forqué o la eterna sonrisa. ¿Alguna de nuestras actrices tiene una sonrisa más característica? ¿Y más permanente? ¿Cómo puede ser eso? ¿Acaso es un experimento genético? El caso es que la actriz de la eterna sonrisa protagoniza la obra Shirley Valentine, que después de más de cien representaciones por toda España ha llegado al Teatro Maravillas de Madrid. Y el caso también es que, aparte de enseñarnos ese gesto tan característico suyo, nos regala un catálogo de recursos maravilloso que hace que caigamos rendidos a sus pies sin poder evitarlo. Porque la Forqué es Shirley Valentine y Shirley Valentine es Verónica Forqué. Una delicia de espectáculo. Un monólogo en el que este personaje, una ama de casa frustrada de Liverpool (que igualmente podría ser de Moscú o de Cuenca) va desgranando sus historias con infinita ternura, hablando con la pared de su casa (¿Verdad, pared?) porque no tiene nadie más con quien conversar. Una mujer súbitamente ilusionada como un niño con zapatos nuevos ante la posibilidad de un viaje a Grecia con su ultrafeminista amiga Joana.

El marido que una vez fue un compañero pero ahora es un bestia, la hija insufrible, el hijo okupa, las vecinas cotillas… Todos los personajes van pasando por escena sin necesidad de más actores, sólo gracias a la carne y la voz de la Forqué, que se transforma en unos y otros en un maravilloso trabajo de interpretación con el que la actriz se mete al público en el bolsillo. Una labor magnífica, que logra transformar la complejidad en naturalidad apabullante y la tristeza en risa. El descubrimiento del clítoris («por culpa de Sigmun Frou llevamos toda la vida cogiendo un autobús que creíamos que llevaba a Manchester… ¡pero no llevaba a Manchester!«) u otras frases míticas como «el sesso es como las rebajas: mucho empujón, mucho sudar, pero al final lo que te llevas pues tampoco era para tanto» convierten las frustraciones vitales de esta mujer en chistes. Porque sobre todo hace reír, pero también emociona. Siempre hay un poso de tristeza en el fondo, aunque poco a poco y gracias a un viaje físico y emocional va desapareciendo para descubrir una protagonista nueva: que ya no quiere ser más Shirley Smith (su apellido de casada) sino Shirley Valentine de nuevo. La obra de Willy Russell, que fue llevada al cine en los ochenta, nominando a su actriz protagonista Pauline Collins al Oscar, es adaptada por Nacho Artimeintroduciendo algunos elementos actualizadores (internet y demás) que cuadran bien y dirigida por Manuel Iborra (esposísimo de la protagonista y del que hace poco pudimos ver su agradable Orquesta Club Virginia) de forma sencilla y clásica para que todo el peso caiga (y en este caso es sin duda la opción correcta) sobre la actuación de la Forqué. Da un toque de realismo absolutamente fantástico, por ejemplo, el que la protagonista cocine unos polémicos huevos con patatas en directo, llenando la sala de un olorcito rico rico a comidita buena. Y es que en esencia lo que nos dice la obra es que hay que vivir la vida y aprovechar las oportunidades que se nos pongan por delante.

Shirley Valentine es cualquier ama de casa frustrada de cualquier rincón del mundo. Seguro que hay identificaciones a cascoporro en el patio de butacas. Pero no solo de amas de casa, sino de cualquiera que crea que está desperdiciando su vida. El mayor logro de este espectáculo es que, a través de la sencillez y la sonrisa (sí, gracias a esa sonrisa de la Forqué), llega al corazoncito de los espectadores y se queda ahí durante un buen rato. Que toca la patata, vamos.

+ INFO

Nombre del montaje: Shirley Valentine

Disciplina: Teatro contemporáneo

Director: Manuel Iborra

Autor: Willy Russell

Adaptaci�n: Nacho Artime

Reparto: Verónica Forqué

Música: Luis Mendo y Bernardo Fuster
Diseño de vestuario: Juan Ortega
Diseño de iluminación: Nicolás Fischtel
Diseño de escenografía: Andrea D’Odorico
Producción
: Carlos Lorenzo

D�nde: Teatro Maravillas

Direcci�n: Manuela Malasaña, 6. Madrid

Hasta: Noviembre

Horario: De miércoles a viernes a las 20h. Sábados 19h y 22h. Domingos 20h.

Precio: 25 € / Miércoles (día del espectador) 20 €.

Venta de entradas: www.entradas.com